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     Jacinto, hiedra y una sola rosa roja. Elías no necesitaba a Kira para decirle lo que significaba ese conjunto floral. La sinceridad, la fidelidad y la pasión. En otras palabras, su admirador quería a Elías, y sólo Elías.
     Esto era una locura. Elías sabía que no debía de estar pagando ninguna atención a este absurdo, porque ¿quién todavía envía flores anónimas a su destinado?
     Románticos, Esos son.
     Bueno sí. Pero en todo su tiempo de trabajo en la tienda de flores, Elías no pensó que había conocido uno de esos. Había hombres que vinieron en busca de un ramo de flores para sacarlos de la caseta del perro, las mujeres que querían algo que su madre no podía criticar, niños pequeños adorables comprando a su madre una flor para su cumpleaños. Los hombres en la lujuria, las mujeres en luto por la pérdida de un ser querido, los adolescentes que quieren impresionar a su primera novia.
     ¿Pero los románticos reales? No, Elías no creía que esos existieran ya.
Kira estaría en desacuerdo, y en voz alta, pero era cierto en lo que Elías había visto.
     Pero este hombre, quienquiera que fuese, parecía ser de una raza aparte.
Eligió sus flores con cuidado, con el pensamiento, y era una especie de... inspirador, de verdad. E hizo que Elías se sintiera especial. Lo cual era probablemente una tontería, pero su cinismo no podía ganar a lo largo de la potencia de hermosas flores elegidas con tal cuidado sólo para él. Así que Elías puso este grupo en un florero, y así, llevarlas a casa con él después del trabajo, y se fue sobre su día con un rebote en su paso.

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