Capítulo 16

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Estaba en una sala completamente blanca, todo lo que veía era blanco, la sábana que me cubría era blanca así como la ropa que llevaba.... ¡oh, venga ya! ¿De verdad vuelvo a estar en el Palacio de los Sanadores?. Me levanté de golpe y mi cabeza aulló dolorida, ¡vaya! Como dolía, una sensación de calor se extendió por mi cabeza y el dolor desapareció, Crim estaba a mi lado curándome.

- Esto... gracias - le dije tímida, ¿cuánto tiempo llevaba allí?.

- ¿Te duele algo más, aprendiz? - me preguntó con su tono serio de siempre.

- No, creo que no, gracias - volví a decirle mientras me ponía en pie. ¡Bien! Estaba vestida, punto a mi favor.

- Si vuelves a tener dolor, búscame - y salió por la puerta sin despedirse.

- Desde luego, todo amabilidad el tío - dije para mí.

Me miré en el espejo como siempre, ropa limpia, pelo limpio, dolor.... Cero, ¡estaba todo correcto!. Crim había dejado la puerta abierta así que saqué la cabeza con cuidado, no había nadie en el pasillo, por lo que me escabullí hacia afuera en dirección a mi torre. No me apetecía una nueva charla con el consejo donde me dirían lo mal que lo hice, o lo que tenía que haber hecho o darme sus charlas acerca de 'eso no lo hace un Jinete'. Estaba cansada, solo quería volver a mi torre. Salí del palacio sorteando a los guardias y a los sanadores, estaba atardeciendo por lo que supuse que todos estarían entrenando o cenando. Había varios consejeros en el exterior hablando entre ellos, me escondí en unos arbustos, nada de consejeros ni de largos monólogos sobre los buenos que éramos todos. Después de un rato escondiéndome de todo el mundo llegué hasta el parque central de las torres. Tenía que cruzarlo pero estaba lleno de estudiantes que volvían de las clases. Altas columnas con adornaban el parque y unidas a ellas había una hermosas vigas de piedra. Escalé por la primera columna y caminé como un funambulista por las vigas, vi a Tarnan como siempre rodeado por chicas guapas y sonreí, pero me quedé parada cuando vi salir a unos maeses de mi torre.

- No está señor, no la hemos visto - le dijeron a mi preceptor que esperaba fuera.

- ¿Dónde se habrá metido esta niña? - se preguntó Rem - le iré a decir al consejo que no la hemos encontrado aquí. Revisad las dragoneras y mandad a alguien al pueblo.

El Consejo, que cansinos, siempre con sus largas peroratas sobre lo que debo hacer y qué no. Se fueron preguntando a los aprendices si me habían visto. Salté desde la última viga al suelo y me colé dentro de mi torre. Bien! Nadie me había visto!. Subí a mi habitación, las ventanas que daban a la gran terraza estaban abiertas de par en par. Me quité el peto y lo tiré al suelo pateándolo.

- Vamos a ver al Consejo, Senda - dije en voz alta - vamos a ver a esa panda de aburridos pomposos a que te digan lo mal que lo has hecho Senda. Luego de postre pasaremos por tu estúpida casa Morlan para que te puedan ignorar todavía más Senda, será divertido Senda. Date prisa Senda, nadie espera por un aprendiz Senda - imité la voz de mi preceptor mientras me desnudaba - Y luego tendrás que verle la cara a ese idiota que tenemos por Rey, al que todo el mundo adora, que te repetirá hasta la saciedad que tienes que ser la primera... - me paré y me puse en la misma posición que se solía poner el Rey y con voz cavernosa dije - La primera Senda, tienes que ser la primera.... - mientras agitaba mi dedo índice al aire.

- Veo que has tenido un día largo - dijo una voz desde mi cama.

Di un salto y me puse en posición de combate, alguien movió las cortinas del dosel de mi cama y Arco salió de la penumbra. Me había quedado en sujetador y braguitas y ahí estaba él, perfectamente tapado por su escamosa piel.

Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora