And Michael, you would fall

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Diciembre, 2014.

Habían muchas cosas de la Navidad que a Luke le gustaban, pero había una que no:  vivía en Australia. Normalmente no le molestaba en el correr del año (de hecho, lo hacía sentir bastante orgulloso), sin embargo cuando llegaba diciembre y las calles de su querida Sidney se adornaban de luces angelicales, a Luke le baja el estado de ánimo. Luego de un tiempo, los Santas en tablas de surf y shorts de baño ya no eran tan interesantes. No era esa la forma en la que él quería vivir esa época. Luke quería salir a la calle y llenarse los pies de nieve para a los segundos odiar la nieve y volver a entrar a su casa. Quería armar muñecos de nieve y tomar algún café (muy caliente) especial de navidad en Starbucks. 

Por eso, apenas había juntando la cantidad necesaria de dinero, viajó a Estados Unidos. Más precisamente a Nueva York. Era algo típico. Se veía en todas las películas. Central Park adornado, gente cantando en las calles, tiendas decoradas, abrigos enormes y nieve. Oh, y la pista de patinaje.  A Luke le gustaba tanto la Navidad que deseaba que fuera todo el año. 

Se había alquilado un pequeño apartamento y se había comprado uno de esos abrigos largos que también había visto en las películas. Estaba tan listo que probablemente vomitaría árboles de Navidad. 

Todo era exactamente  como esperaba, mejor incluso.

—Disculpa—dijo Luke cuando chocó a una señora caminando por la calle, que ni siquiera se dignó a mirarlo. La gente era un poco ruda en Nueva York, pero nada sacaba la sonrisa de la cara de Luke.

 I was following the pack, all swallowed in their coats

With scarves of red tied 'round their throats

Luke se detuvo en su marcha cuando escuchó que había alguien cantando villancicos. Más precisamente un grupo de personas. Avanzó rápidamente y se paró frente a ellos. Eran quizá unos seis y había de todas las edades, niños, jóvenes, adultos y ancianos. Estaban parados en el costado de la vereda, bufandas rojas se enredaban en sus cuellos, sostenían hojas en sus manos y  entonaban una canción que Luke desconocía.

To keep their little heads from falling in the snow, 

and I turned 'round and there you go

Dejándose llevar por la canción, cerró los ojos y continuó escuchando de esa manera. Gente que caminaba apresuradamente por la calle golpeaba sin querer su espalda al pasar detrás de él y el frío hacía que se congelara su nariz, y aún así Luke era inmensamente feliz. Pensó en su madre y recordó llamarla para contarle lo bonito que era todo allí. Quizá algún año su familia lo acompañaría y podrían escuchar ellos también a la hermosa canción que entonaba ese coro.

Al darse cuenta de que ya nadie estaba cantando villancicos, abrió los ojos y miró al coro. Ya había gente aplaudiéndolos, por lo que Luke se les unió en seguida. Era un sueño de su infancia formar parte de un agradable coro que cantara canciones de Navidad, aunque con el paso de los años aquel sueño se había diluido, seguían gustándole mucho. Las personas se dispersaron en seguida, como tocadas por una picana, su sentido de la Navidad estaba tan perdido que no cerraban los ojos para escuchar a alguien cantar. Luke dio un suspiro apenado y se dispuso a caminar al café al que se dirigía en primer lugar. Sin embargo, al resbalarse un poco con la humedad del suelo, se chocó contra alguien que pasaba por la calle.

Luke vivía golpeándose con gente. Medía casi dos metros y sus largas extremidades siempre danzaban a su lados como embobadas, estaba acostumbrado a desparramar libros ajenos y murmurar disculpas. Fue diferente esa vez porque de alguna forma había logrado tirar aquella persona al piso. Resultó que quien estaba tirado en el suelo boca arriba era un muchacho de los que cantaban en el coro, era fácil de notar porque llevaba una enorme bufanda roja, ahora desarreglada y cubriendo su rostro.

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