Capitulo 11

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El calor era insoportable, demasiado para aguantar las tonterías de su hipócrita hermano, que no dejaba de molestarle, exigiéndole porque había vuelto solo. Después de aproximadamente dos horas de quejarse como el niño mimado que era, al fin le dejo a solas, aunque solo fuera temporalmente. Sabiendo que esa tranquilidad no duraría demasiado tiempo, se relajo contra los cojines de su alcoba, dejando escapar un suspiro de felicidad, dispuesto a disfrutar del silencio mientras pudiera. Acababa de llegar de vuelta hacía solo un rato y casi al instante fue abordado con preguntas y exigencias. Por supuesto fue sincero, ella no quería regresar con él, no estaba en el pueblo. Claro que la hallo en un oasis a poca distancia, pero eso no era lo que su, muy inteligente hermano, le había pedido, solo le pregunto si la encontró en su poblado y porque no regreso con ella. Así que técnicamente hablando no le había mentido, por lo que si descubría la verdad no podia acusarle de mentirle. Cerro los ojos, dejándose hundir en el material a sus espaldas, disfrutando de la refrescante brisa que entro por la ventana, acariciando su rostro y aliviando su calor. El murmullo de la gente en las calles llego a sus oídos, pronto se pondría el sol y la noche acallaría el arrullo del ajetreado mercado. El recuerdo de una risa resonó en su mente, llevo una de sus manos contra su pecho, sintiendo el aumento de las palpitaciones de su corazón, un sentimiento de añoranza llenando profundamente todo su ser, una sonrisa de anhelo se deslizo por sus labios. Deseaba tanto volver a verla, sentir su cálida mirada, escuchar siempre sus risas, ahogarse en su presencia... Quería sentir esa calidez, esa sensación de que su presencia era bienvenida, que nunca sentía en su casa o de su familia.

Alguien se detuvo a sus espaldas, a unos escasos metro y medio, justo en el  umbral de la puerta. 

-Suti.- él no se giro, ni siquiera abrió los ojos, se limito a dar un zumbido en reconocimiento de su nombre, e indicándole que le había escuchado, aunque sabia perfectamente que era lo que deseaba, sin lugar a dudas su amado hermano fue directamente a quejarse a ella. -¿Porque ignoraste a mi hijo?- una risa sardónica fue su única respuesta.

-Es agradable saber que también me consideras tu hijo, madre.- le dijo, su voz goteando con sarcasmo, mirándola de reojo. Los oscuros ojos, negros como el carbón de la mujer, le miraron con frialdad. Ella enderezo su espalda, sus labios y nariz arrugándose como si contemplara algo particularmente desagradable. Si, Suti podía sentir el amor en el aire. No es que realmente le importara lo que pensara o sintiera hacía él. Los sentimientos son mutuos, querida madre, pensó, las esquinas de su boca se contrajeron en una pequeña sonrisa burlona. No había ningún sentimiento de afecto, ni cariño entre nadie de su familia, el único motivo por el que su madre protegía a su hermano, se debía pura y simplemente a que era el primer hijo y por tanto el heredero principal. No demasiado inteligente, por lo que era fácil de manipular. Básicamente no era más que el boleto de su madre para mantener su posición y futuro peón para lograr sus objetivos. La pobre no se daba cuenta que su padre, no elegiría al más antiguo, si no al más capaz. Eso es claro si tenia ninguna intención de dejar su puesto antes de morir, cosa que dudaba bastante. Ese hombre se aferraría a su poder, hasta que su cuerpo fuera incapaz de continuar funcionando.

Su madre suspiro, tratando de ocultar su irritación, no tubo éxito. Luego le sonrió con una horrible y dulcemente empalagosa mueca que era tan falsa como todo lo demás en ella. Él realmente prefería cuando no trataba de ocultar sus verdaderos colores.

-Suti, cariño. - arrullo, resultaba escalofriante. -No seas así, ya sabes a lo que me refería.- ella se acerco unos pasos. La farsa estaba resultando ridícula y agotadora, bufando molesto se levanto, girándose, encarando a la mujer directamente por primera vez desde que se presento. Se movió, deslizándose hacía ella con pasos ágiles, como una gran bestia asechando a su aterrorizada presa, hasta que solo les separaba unos pocos milímetros e invadiendo su espacio personal con su cercanía.

-Mi querida, querida, madre.- ronroneo, una sonrisa amplia, depredadora. -Ya deberías haberte dado cuenta.- la mujer trato de retroceder, pero parecía que se había quedado paralizada, los ojos abiertos de par en par, sorprendida y aterrada por su comportamiento. -Ese hombre no jugara en tus manos. Solo eres una pobre arpía, incapaz de ver o comprender que realmente no tiene nada.- le susurro, disfrutando del estremecimiento que recorrió su cuerpo. -Yo soy el más capacitado, cuando padre muera, yo soy el que subirá al poder, seré quien le suceda. Y entonces...- alargo una mano, agarrando un mechón de su cuidado cabello, sus dedos jugando con el. El gesto aunque cariñoso, carecía completamente de cualquier sentimiento cálido. Ella contuvo la respiración, incapaz de reaccionar. -Entonces, es cuando descubrirás que no te ha dejado nada, que nunca le has importado.- él le dedico una amplia mueca, sádica, tan cruel como sus palabras. -Me pregunto que sera de ti, madre, pero no te preocupes... yo cuidare muy bien de ti.- arrullo con dulzura, imitando el tono de voz que ella había empleado anteriormente. Dejo caer el mechón de pelo, inclinado su cuerpo hacía el suyo para hablarle en el oído. -Me asegurare de que consigas todo lo que mereces...- susurro. -Te haré desaparecer de la faz dela tierra.- termino, apartándose de ella y disfrutando su expresión horrorizada. La mujer trato de aferrarse a sus brazos, de suplicarle, pero él la aparto bruscamente, mirando de forma apática como tropezaba, aunque logro permanecer de pie. -Si veneno repartes, veneno recibirás.- le dijo con frialdad, apartando la vista y dirigiéndose a la puerta, aunque antes de salir, le dedico una ultima mirada. -Disfruta de tu vida mientras puedas, madre.- dijo, dejándola petrificada y aterrada de su futuro.



Él parpadeo, despierto y algo desorientado. ¿Donde estaba? un olor familiar lleno su nariz, la calidez bajo su cuerpo le envolvió en una sensación reconfortante. Al reconocer su entorno, se relajo, con una sonrisa cálida se acomodo. Es cierto estaba en casa de su princesa, en su cama, sobre ella, quien al parecer también se había quedado dormida poco después de ellos. Esperaba sinceramente que a la mañana siguiente no recordara su presencia allí o que siguiera pensando que era un sueño, fuese como fuese, Suti estaba feliz con solo descansar junto a su amada, aunque solo fuera durante unos minutos más. Ya tendría tiempo más adelante, estaba deseando poder compensar los miles de años perdidos. Su anillo dio un pitido de advertencia. No quedaba mucho tiempo para que se agotara la transformación.

-Tenemos que marcharnos, princesa.- murmuro contra la piel de Marinette, depositando un suave beso en su clavícula. -Es mejor si Adrien y yo hemos desaparecido cuando te despiertes o podríamos asustarte.- rozando sus labios juntos como despedida, suspiro. Deseaba tanto poder hablar con ella directamente... no solo cuando estaba dormida. Incorporándose con desgana, estiro sus músculos, desperezándose. Chat Noir salio silenciosamente por la ventana y se perdió en la noche, en dirección de la mansión Agreste. 




El secreto del primer Chat Noir (Marichat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora