-¡Vamos a bailar! –dijimos a la vez cogiéndonos de la mano, tirando una de la otra hasta el centro de la pista. Este era el efecto que provocaba en nosotras la canción Timber de Pitbull y Ke$ha.

No estaba en mis mejores condiciones para bailar, para razonar movimientos ni para pensar en si haría el ridículo bailando o no, y menos aun para preocuparme de si se me vería algo gracias al diminuto vestido, así que hice lo que todo el mundo en mi lugar haría; dejarse llevar por la música. Lo que significaba manos al aire y meneo de caderas, principalmente.

No tardó mucho en formarse un corrillo de gente a nuestro alrededor. Una de dos: O estábamos haciendo el mayor ridículo de nuestras vidas o a estas personas realmente les gustaba cómo bailábamos.

Algunos valientes –y perjudicados por el alcohol- se unieron a nuestro baile ligeramente sensual y atrevido a la par que divertido.

-Ojala no se acabe nunca la canción –gritó por encima de la música mi amiga.

Coincidía con ella, pero como dicen por ahí, todo lo bueno se acaba.

Las voces de nuestros queridos Pitbull y Ke$ha se apagaron, lo que dio el inicio de otra canción bastante alentadora también. Y, ya que estábamos en la pista, ¿por qué no seguir bailando?

El DJ anunció que pararía durante unos minutos para tomar un descanso y después volvería para seguir pinchando más temas. Yo, personalmente, también necesitaba un pequeño descanso, estaba molida después de bailar como una esquizofrénica por más de una hora. Y, aunque parezca mentira, en ese periodo de tiempo el nivel de alcohol en mi cuerpo no había disminuido, seguía igual de intoxicada que antes.

-Vamos a beber algo –alentó Sam. ¿Más alcohol?

Me apoyé sobre la barra esperando a que el camarero atendiera a Sam. No estaba muy segura de si debía seguir bebiendo, pero ¿qué demonios? Estábamos en una fiesta, los remordimientos mañana, con la resaca.

-¿Qué va a ser, preciosa? –preguntó coqueto el chico que atendía en la barra.

-Sorpréndeme –Sam mordió su labio, inclinando su cuerpo hacia delante, mostrando su escote, entrando en el juego que el chico rubio había comenzado. Solté una risita.

-Sam, controla, no vaya a ser que venga uno de esos gorilas y te eche fuera por comportamiento obsceno –intenté imitar su voz. Ella me sacó la lengua y yo me reí, viendo cómo seguía coqueteando con aquel chico.

-Vaya, vaya. Mira a quién tenemos aquí –giré la cara a mi derecha y mis ojos se encontraron con los de Daniel-. Hola, niña borde –el aire de superioridad con el que se dirigía a mí me irritaba.

-Hola… Perdón, ¿cómo te llamabas? ¿Idiota tal vez? –me burlé.

-Vamos, cariño, ¿por qué eres tan borde conmigo? –se acercó a mí, apoyándose en los antebrazos sobre la barra.

Secrets. {Louis Tomlinson Fan Ficción}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora