Capítulo 8: Quiebre

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Esa noche, hace tanto tiempo que comenzaba a esfumarse ya en el pasado, cuando se habían conocido, cuando Dimitri les había acompañado...

No era para salvarles. No solo para salvarles. Dimitri era egoísta y algo malcriado, no se preocupaba mucho por los demás, menos por los extraños.

Era una llamada de auxilio.

Charlie lo comprendió de pronto y se irguió sobre la silla observando fijamente el rostro de Dimitri, que tenía los ojos cerrados con fuerza para soportar el dolor. Era la misma sensación que había tenido esa tarde cuando le abrazó impulsivamente, quería hacerlo sentir mejor, quería ayudarlo, quería curarlo, porque Dimitri estaba pidiendo auxilio en silenció y nadie podía verlo.

Cuando estuvo listo, Cassie le hizo arrodillarse de nuevo y extendió una pomada de olor fuerte sobre los moretones.

—Esto ayudará a que desaparezcan.

—No quiero que desaparezcan, me gustan —Dimitri frunció un poco el ceño.

—¿Por qué? —preguntó Cassie sin dejar de aplicar la pomada.

—Puedo usarlos para hacer a mis padres sentir culpables. Es más fácil obtener permiso así. También puedo amenazarlos con una denuncia.

Ella y Charlie cruzaron otra mirada cómplice. Cassie pareció tentada a decir algo, pero Charlie negó con la cabeza a penas, deteniéndola. Dimitri no preguntó; ya no sentía ese vacío cuando le dejaban fuera de algo, ya no se sentía excluido. Sabía que si Charlie no le decía algo era por alguna razón. La ansiedad había desaparecido.

Su mirada se encontró con la de él y se encogió de hombros dándole a entender que estaba bien. Charlie respondió con una sonrisa.

Una vez terminada la curación, y antes de que Dimitri se congelara por el frío, Cassie rebuscó en su armario intentando encontrar algo de ropa para él. Al final se quedó con una ancha sudadera roja de canguro que le ajustaba bien. Ni siquiera lo intentaron con los pantalones, los de Dimitri eran negros y la sangre no se notaba tanto. Así que supusieron que estaría bien.

Dimitri se miró en el espejo, posando un poco. No solía usar colores tan vivos así que se sintió un extraño. Ese era más el estilo de Jona.

—Ese color queda increíble con tu tono de piel —dijo Cas—Te ves menos pálido.

Era cierto. Dimitri asintió con la cabeza y se dio la vuelta para encararlos. Pretendía decir algo ingenioso, pero las palabras se atoraron en su boca cuando perdió el equilibrio y estuvo a punto de caer. Si no hubiera sido por Cassie, que se acercó de un salto para sujetarlo, habría acabado en el piso.

—¿Estas bien? —preguntó Cassie.

—Algo mareado, mi cabeza duele y eso me hace... eh... no lo sé, inestable, creo.

—Los analgésicos te harán sentir bien pronto, confía en mí—dijo Cassie —. Ve a recostarte a mi cama y duerme un poco.

Dimitri tenía muchísimas ganas de descansar, así que le parecía un gran plan, pero estaba un algo preocupado.

—Creí que no tenías que dormir después de un golpe en la cabeza.

—Mito de ancianas, créeme. Dormir es lo mejor.

Algo inseguro aún, miró a Charlie, como esperando su aprobación. A Cassie aquello le pareció cómico– Charlie sabía de medicina lo mismo que ella de naves espaciales–, sobre todo cuando Charlie le revolvió el cabello al chico y asintió con la cabeza actuando tan absurdamente confiado como siempre.

Hubiéramos Sido Reyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora