Capítulo 10

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Perrie Edwards era una estudiante de la prestigiosa academia de Bellas Artes en Munich. Cursaba su segundo grado en artes gráficas, y poseía, según los profesores y compañeros de clase, unas manos mágicas que podían, en el dibujo más simple, dar vida y candidez a sus trazos. Sus dibujos, tan llenos de virtuosismo, eran verdaderamente un regocijo observarlos. Sin embargo, su talento era reducido a nada sin el complemento de su vasta y productiva imaginación, la cual, al parecer, se había tomado unas largas vacaciones.

Ella era una chica tímida que vivía en una delicada burbuja donde sólo había cabida para sus dibujos y... Él. Y precisamente él era único culpable que su mente se encontrase distraída y sus ojos fueran un río de lágrimas. Anteriormente, bastaba con mirarlo de soslayo para que la inspiración se le subiese hasta los cielos; en aquel tiempo, no había nada que no pudiese ilustrar; los sentimientos que trataba de trasmitir en sus obras eran perfectamente palpables, y no había persona que no se cautivara con ellos.

Sin embargo, ahora, su muso, no estaba allí.

Y ella, sin él, no era nada. Su corazón estaba desquebrajado y su mente paralizada, llena de dolor. Sonrió amargamente limpiándose las lágrimas que corrían sin control y se dispuso a retirarse del aula vacía.

***

Perrie caminaba por los largos pasillos de la academia con la mirada gacha, pensante y abstraída. Su caminata se detuvo bruscamente en un aula bastante amplia; se había convertido en una especie de ritual desde la partida de su amor callado: Salir de clase, y encaminarse hasta allí. Fijó su mirada jade en un pupitre, el segundo de la penúltima fila. Sonrió con melancolía.

Ese había sido el asiento de él, dónde tomaba sus clases de literatura y donde ella lo miraba al pasar como su más grande tesoro, inclusive, en más de una ocasión, él la había atrapado observándole, y en lugar de recriminarle, le regaló preciosas sonrisas que ahora guardaba recelosamente en su corazón.

Sin pretenderlo, su vista se desvió al pupitre de adelante; al primero, y su mirada endureció.

Aquél sitio solía ser el asiento de la persona que más repudiaba, si había alguien en el mundo que se ganó su odio a pulso, esa persona respondía al nombre de Harry Styles, el mejor amigo de su amor platónico, Zayn.

Y también el cabrón que le arrebató la vida.

Pero, el odio hacia Harry no nació cuando éste le dio fin a la vida de Zayn, el resentimiento se remontaba desde tiempo atrás, cuando se percató que su amor por Zayn no podría ser correspondido porque éste ya amaba al hermoso castaño de ojos verdes.

No fue difícil averiguarlo, desde la distancia podía observar dolorosamente los espontáneos cambios de actitud en Zayn cuando tenía a Styles cerca; no paraba de mirarlo ni un segundo, le atendía con sobrada cortesía, y sus ojos relampagueaban con tanto amor al tocarlo que el corazón de Perrie lloraba sangre.

Lo que más le dolía era no poder obtener ni la mínima atención de Zayn, ¡se esforzaba tanto en su aspecto físico!, pero Zayn ni parecía notar la insistencia de su mirada, ni siquiera, el intento de su coquetería, él sólo tenía ojos para Styles, y lo entendía perfectamente, el rizado era un sol, y ella, en comparación, un simple y errante asteroide.

¡¡Sus dibujos eran más conocidos que ella misma, y en ocasiones hasta notaba la desilusión en los rostros de la gente al conocerla, tal vez, imaginaban que sería igual de hermosa que sus obras!!

Su resentimiento hacia Harry siempre fue en aumento; no soportaba, simplemente, el que estuviera tan cerca de Zayn, odiaba que fuera tan egoísta y acaparara todas las miradas del peli negro, que fuera tan hermoso y esa deslumbrante belleza aturdiera a su Zayn y lo atrajera como polilla a la luz.

Gefängnis (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora