Capítulo 4

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Se encontraban dentro de una oscura bodega, el mayor le entregó aún con esa sonrisa retorcida en el rostro una cubeta; en ella se encontraban jabones en polvo, cloro, franelas y entre decidiéndose en darle o no los guantes, al final se los arrojó.

Tomó una escoba y un recogedor tendiéndoselas y con esa intrínseca burla agregó.

— No hay trapeadores, mucho menos aspiradora para la princesa, tendrás que fregar el piso con las franelas y tus propias manos – Harry entrecerró los ojos con rabia, pero, sobretodo por que justo enfrente de él estaban los trapeadores arremolinados.

— A mi me parece que allí hay algunos – Dijo señalándolos, el hombre volteo a verlos y frunció el entrecejo.

— ¿De verdad?... A mi me parecen escobas – Opinó ganándose una mirada asesina por parte del rizado, cosa que sólo agrandó su maquiavélica sonrisa. – Creo – Tomó las pequeñas manos de Harry entre las suyas observando su blancura y sintiendo la extremada suavidad – Que se maltrataran demasiado – Y le empujó hacia un lado – Quiero limpio el pasillo que da hacia las canchas – Una última sonrisa que Harry ya odiaba y se marchó.

Jamás en toda su corta vida, alguien le había colmado la paciencia en tan pocos minutos, y jamás había odiado ver sonreír tanto a una persona.

Tomó los productos de limpieza y se marchó echando chispas.

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Sentir el aire puro acariciar su faz y llenar sus pulmones fue suficiente para tranquilizarlo completamente.

Llegó al pasillo cargando dificultosamente la cubeta con agua que estaba a arrebozar y la dejó a un lado de los demás artículos, respirando entrecortadamente.

El sol estaba en su mero apogeo y por ello el pasillo estaba casi desierto, los prisioneros preferían las canchas en un agradable clima.

Tomó la escoba y comenzó a barrer cualquier resquicio de basura, algunos reos pasaban y se burlaban, otros le miraban de aquella forma en la que ya se estaba acostumbrando y otros hacían comentarios con doble sentido y poco moralistas.

Suspiró al terminar de limpiar todo el largo pasillo, recogió la basura mientras se disponía hacer lo más difícil; tallar los pisos.

Abrió el jabón y lo esparció por la parte del pasillo que se disponía a limpiar, así como algunos chorritos de cloro, se colocó los guantes y mojó la franela.

Se puso en cuclillas y empezó con el trabajo, fregó el sucio piso con insistencia, haciendo que apareciese espuma en cada centímetro que pasaba y cuando se disponía a volver a humedecer la tela, la cubeta ya no estaba.

Fue entonces cuando se percato de una presencia a su espalda y al siguiente segundo estaba empapado.

Ese alguien había tomado la cubeta con una enorme facilidad y sin hacer el mínimo ruido para después volcarla sobre la existencia de Harry.

Éste respingó asustado, se volvió de inmediato sólo para ver a un hombre cerca de los treinta mirarle con lascivia. De alta estatura, piel pálida y pelo rubio con unos peligrosos ojos verdes, pero, lo que llamó la atención de Harry fue el enorme tatuaje de dragón que tenia en el fibroso brazo derecho.

Gefängnis (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora