Capítulo 5

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Y allí estaba, mandando al diablo su mente y sólo siguiendo a su alocado corazón, sin importar que sucediera después.

Sus besos eran como un remedio a la tortura que Geert le había suministrado, era como estar borrando cualquier atisbo de malos recuerdos.

— ¡Ah! – Gimió cuando el moreno mordió el labio inferior y siguió besándole con desesperación, sus manos inquietas se colaron por la camisa sintiendo la suave piel, rodeó la estrecha cintura enterrando las uñas en la blanca piel, sacándole otro hermoso sonido que encendía su libido.

Recorrió con sus fuertes manos la espalda de Harry sintiéndola erizarse bajo su contacto, escuchando como morían los pequeños suspiritos en su boca. Las juguetonas manos se abrieron paso hacia el plano abdomen y pecho, éstas se toparon con un par de protuberancias y en el beso, William sonrió.

Con las yemas de los dedos comenzó a sobar los pequeños botones en círculos, despertando mayor placer en el rizado.

William dejó de besarlo para probar la exquisita piel del cuello, degustó de toda la extensión mordiendo por aquí y por allá arrancándole sonoros gemidos qué avergonzado, Harry trataba inútilmente de callar.

Sus piernas no le funcionaron y tuvo que sostenerse fuertemente de los fuertes hombros, el moreno le tomó de la cintura entendiendo perfectamente la situación y aprovechándose de su debilidad lo depositó en la cama con urgencia.

Le desgarró la camisa dejando a la vista su cremoso pecho contrastado por el par de erectos y rosados pezones que William se había encargado de torturar. Con los ojos entrecerrados a causa del cegador placer observó cómo el moreno lamía uno de ellos y lo atrapaba con sus labios mientras con sus dedos jugueteaba con el otro.

Harry se retorció y convencido que no podría evitar los gemidos, decidió acallarlos mordiendo su puño, sintió cómo succionaba su pezón y cómo con su magistral lengua le llevaba lentamente a la locura.

En aquél momento el rizado no recordaba ni su nombre, había abandonado su mente para entregarse netamente al placer en el que estaba siendo exquisitamente sometido. William, intrigado al no escuchar los melodiosos sonidos levantó la vista y su entrepierna punzó al ver la erótica imagen.

El adorable rizado desprendía un aura de sensualidad innata, una extraña mezcla con su característica inocencia qué si momentos atrás daban ganas de protegerlo ante todo, ahora irradiaba feromonas que arremetían contra el autocontrol del moreno, en pocas palabras, ganas no le faltaban de desnudarlo por completo, abrirle las piernas y cogérselo de inmediato.

Tenía el pelo todo revuelto, algunos mechones se pegaban a su frente a causa del sudor y sus ojos verdes permanecían entrecerrados, mejillas furiosamente sonrojadas y en su rostro se pasmaba un gesto de indudable placer.

Sin embargo, Tomlinson no quería arruinar el juego tan temprano, quería seguir divirtiéndose y probar de las mieles que el muchachito le ofrecía.

Por ello, lentamente su mano fue palpando el suave vientre y bajó hasta llegar a la prenda que estorbaba en demasía.

Harry, instintivamente, se sacó los zapatos y enredó las piernas sobre la cintura del mayor, rozando sus miembros por segundos. William sonrió desabrochando el pantalón con una increíble habilidad y se deshizo de él, haciendo lo mismo con la ropa interior.

Por segundos, el moreno le observó de arriba hacia abajo, comiéndoselo con los ojos, admirándolo como si de una obra de arte se tratase.

El calor ya insoportable le obligó a quitarse su camisa y botarla junto a la del otro, su cuerpo, necesitado de los labios dulces era imposible no complacerlo; arrebató la mano que cubría la boca que tanto necesitaba y que imposibilitaba el sonido celestial y las coloco en su respectivo costado, le miró lujurioso y le habló al oído.

Gefängnis (ls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora