Capítulo once.

Magsimula sa umpisa
                                    

—Entonces… ¿Cómo un chico como tú conoce un lugar como este? —pregunté al mismo tiempo que él sacaba una cajetilla de cigarros de su bolsillo— siempre que imagine tu nombre con la palabra diversión, me imaginaba clubs privados y ese tipo de cosas.

—Primero… ¿así que piensas en mí, bunny? ¿Cuántos sueños pervertidos has tenido conmigo? Y después yo soy el acosador.

—De todas maneras, ¿Qué estamos haciendo aquí? —pregunté— ya que no piensas darme ni una sola gota de alcohol.

—Tienes razón. Vámonos de aquí, antes de que te violen con la mirada —dijo empujándome hacia la salida, sin despegarse de mi espalda.

El número de carros estacionados afuera del lugar había aumentado. Cuando pasamos al costado de un grupo de chicos con tatuajes por el cuerpo, me silbaron haciendo que Justin los fulminara con la mirada. Llegamos a donde Justin había dejado su auto. Abrió con el seguro del llavero las puertas.

— ¿Me vas a llevar a mi casa? —pregunté cuando estuvimos dentro.

—Claro que no. La noche aún no termina, bunny.

—¿puedes dejar de llamarme así? Suena como un apodo sexual o algo por el estilo.

—No debiste de decirme eso, ahora no pararé nunca —dijo acelerando lo más rápido que pudo.

{…}

—Fumar mata —dije cuando encendió uno de sus cigarrillos, y comenzó a fumar.

Estábamos recostados encima del capot del auto de Justin. En medio de un campo. Nunca hubiera imaginado una cita en un campo desierto, pero tampoco había imaginado la palabra “Justin” y “cita” juntas así que todo era posible después de eso.

—Molestar a los fumadores también, así que shh —me respondió mientras llevaba el cigarrillo a su boca.

—Nunca le he visto sentido a eso —comenté.

—¿nunca has fumado? —preguntó frunciendo el ceño, poniendo el peso de su cuerpo sobre su antebrazo.

—Nunca —respondí sinceramente.

—Te va a gustar —dijo sacando la cajetilla de sus bolsillos— te libera, de alguna extraña manera —me extendió uno de sus cigarrillos.

—Paso —dije mirando despreciablemente el cigarrillo.

—No es nada del otro mundo, todo el mundo lo ha hecho una vez. Solo prueba —insistió.

Tomé el cigarrillo en mis manos, Justin busco su encendedor y lo prendió. No tenía ni idea de cómo se hacía esto, hacía que probablemente termine haciendo el ridículo, provocando las risas de Justin.

—Llévalo a tu boca, toma todo lo que puedas y después déjalo salir —me indicó Justin.

Hice lo que me dijo, pero al momento de “dejarlo salir”, lo boté con tos. Cosa que hizo que mi garganta doliera.

—Así es la primera vez, después aprendes.

— ¿Qué hora es? —pregunté. Justin sacó el móvil de sus pantalones, y toco la pantalla táctil para que se iluminara.

—Las dos de la mañana —respondió como si nada.

—Oh dios, Lorette me matará —dije bajándome del capot del auto— tienes que llevarme a casa.

—De acuerdo —dijo quitándome el cigarrillo de mis manos y tirándolos al suelo y aplastándolos. Metió las manos en sus bolsillos y en su rostro aprecio una expresión de preocupación.

— ¿Qué paso? —pregunté ahora yo preocupada.

—Perdí mis llaves —dijo con una media sonrisa.

No podía estar muy lejos, ya que Justin y yo solo habíamos caminado un poco por el campo en silencio antes de regresar al capot. Comenzamos a buscar por donde pasamos. Algo brillo entre el césped muerto. Recogí el juego de llaves del suelo y lo levanté en el aire.

— ¡Las encontré! —exclamé emocionada por alguna extraña razón— toma —dije extendiéndole el juego de llaves.

—Eso es genial —dijo y las atrapo en sus manos. Observó el juego de llaves, se dio vuelta y las lanzó. Un pequeño golpe se escuchó.

— ¿Qué has hecho? —pregunté confundida, cosa que hizo reír a Justin quien se echo a correr— oh mierda, te voy a matar —dije corriendo detrás de él.

Corrí detrás de él, pero de segundo a otro lo perdí de vista. Justin se había escondido. Nadie se puede esconder en un campo desierto, ¿o sí? Busqué alrededor con la mirada pero no veía nada, solo el auto.

Gotas de lluvia golpearon mi cara. Lo que empezó como gotas termino siendo una fuerte lluvia ¿Enserio? ¿Lluvia? ¿Justo cuando traigo un vestido encima? Gracias cielos, ustedes sí que saben cuándo los necesito.

— ¡Está lloviendo, bunny! —exclamó Justin como un pequeño niño apareciendo de la nada— ¿Enserio? Pensé que el césped se estaba duchando.

—Eres tan graciosa —dijo rodando los ojos— ven aquí —dijo atrayendo mi cuerpo, pegándolo al de él.

— ¿Qué demonios haces?

—Siempre he querido bailar bajo la lluvia, es uno de mis sueños. ¿No quieres hacer uno de mis sueños realidad? —preguntó haciendo puchero.

—No —le respondí, pero poco pareció importarle.

Pasó una de sus manos por mi cintura, y técnicamente me obligo a bailar en la húmeda tierra que terminaría convirtiéndose en lodo en unos minutos. A pesar de que puse resistencia, me alzó en el aire. Parecía que Justin estaba bailando con una muñeca de trapo, la facilidad con la que me levantaba en el aire era sorprendente.

—Ahora para el gran final… —anunció.

Me dio una vuelta, extendió su brazo y me enredó en él y cuando iba a caer en sus brazos caí en el suelo. Suelo que estaba absolutamente lleno de lodo. Justin se puso de rodillas a mi lado, con una sonrisa que no pudo controlar en sus labios.

—¿Estás bien? Lo siento, supongo que tengo que mejorar ese movimiento.

—Oh no te preocupes… —tomé con mi mano un buen pedazo de lodo del suelo y se lo aventé en la cara— ahora estamos a mano —respondí toda sonriente dulcemente.

—Vas a desear… —se quitó el lodo de su cara— No haber hecho eso, bunny.

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