Londres

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Maddie se había quedado un buen rato en la habitación de Francis cuidandole y pidiéndole disculpas por lo que había pasado la noche anterior. Francis por su parte le dijo que no había ningún problema, que no se arrepentía de nada de lo que había pasado la noche anterior, por poco que hubiera sido. La chica se sonrojó bastante cuando dijo que ella realmente no se arrepentía de nada. El francés besó su frente con cariño. Ambos se quedaron mirando y se fueron acercando lentamente uno al otro pero la irrupción del español en la habitación hizo que se separaran antes de que nadie les vieran.

-¿Quieres algo Antonio?

-Hemos pedido algo de comida, venía a avisaros por si queríais comer algo.

-Mu-muchas gracias señor Fernández.

-Maddie, te hemos dicho que nos llames por nuestros nombres.

-Perdón...

Francis besó su cabeza y con mucho cuidado se fue levantando de la cama. Antonio se mantuvo cerca por si su amigo troepezaba pero estando ahi su princesa no iba a mostrar debilidad. Los cuatro se sentaron alrededor de una mesa redonda. Hacía unos minutos el servicio de habitaciones había llegado con un carrito lleno de comida. Cada uno de los chicos cogió un plato y lo destapó. En cada uno de los platos había una comida tradicional de cada uno de sus países. En el de Antonio había un buen plato de paella. En el de Gilbert un Eisbein (codillo de cerdo cocido) acompañado con chucrut. Y en el de Francis una Ratatouille que hizo que a la canadiense se le llenaron los ojos de lágrimas teniendo que mirar al suelo para que no se le notase, pero no pudo conseguirlo ya que Gilbert que estaba en frente lo vio.

-Maddie, ¿Estás bien?

-Si, es solo que se me metió algo en el ojo.

Francis pasó la mirada de su amigo a la chica y le tendió un tenedor conseguirlo un poco de comida para que lo probara. Francis le pasó un plato a la chica a la cual se le iluminaron los ojos al ver lo que contenía. Era Tourtière, el pastel de carne que tanto le gustaba. Miró al francés intentando averiguar cómo lo había sabido. Fue entonces cuando le vino A la cabeza su hermano. Le daría un abrazo cuando volviera a su apartamento. Comieron entre risas mientras les contaban algunas de sus experiencias en sus países, la forma en la que se conocieron. La chica más de una vez dejó ver la forma tan curiosa en la que se reía, como un cerdito, lo que les parecía supe adorable a los tres chicos, pero sobre todo al francés. Maddie les contó un poco la obsesión de su padre por que tanto su hermano como ella se casaron con el ruso y la bielorrusa: mantener el alto nivel de vida que tenian actualmente. Tambien les contó porque su padre era así. Les contó del dinero que a el le había faltado en su niñez, la fortuna que fue consiguiendo con los años y final casarse con una chica americana que tenía dinero. Como fue consiguiendo títulos hasta ser lo que era a día de hoy. También les contó que cuando se fue a la universidad, su padre le había dado dinero suficiente como para pagarse un palacio en París, pero que había alquilado un pequeño apartamento, que había trabajado para pagarselo. Sólo utilizaba el dinero que le había dado su padre para pagar los cuatro años que duró la carrera y cuando volvió le devolvió el resto del dinero.

Los tres chicos escucharon con gran impresión lo que les estuvo contando la chica. Tras eso se hizo un silencio solo roto por los ruidos que había en la calle. Cuando terminaron de cenar, Maddie se quedó con Francis mientras que los otros dos recogían la mesa por todos. Maddie miró al pequeño reloj que había en la sala y suspiró. Eran más de las nueve de la noche y el apartamento de su hermano estaba como a media hora de allí. Francis se percató de ello cuando Maddie fue a coger sus cosas.

-Me alegro que estés bien Francis, me gustaría quedarme pero mi hermano debe de estar preocupado.

-Maddie, es muy peligroso que una dama vaya sola por la calle A estas horas.

-No te preocupes por mi, no me va a pasar nada.

-Insisto. Quédate con esta noche aquí con nosotros. Yo mismo hablaré con tu hermano.

La chica dudó un momento antes de asentir. El francés sonrío y le pidió el teléfono del americano para explicárselo. El español guió a la chica a la que era su habitación para que ella durmiera y por mucho que se negara el español no se achanto.

-No te preocupes por mi, estoy muy acostumbrado A dormir en el sofá.

-¿Por qué?-. Preguntó la canadiense sentándose en la cama del español.

-Últimamente tuve muchas peleas con mi novia... ex novia.

-Lo siento mucho Antonio. La verdad es que Tesha rompió con su novio hace relativamente poco.

-¿De verdad? ¿Qué les pasó?

-Le pilló en la cama con otra, una belga.

Antonio palideció y se sentó al lado de la chica preocupandola. El español la abrazó y empezó a llorar en su hombro. El francés fue a entrar en la habitación pero se detuvo al escuchar la conversación que mantenían los dos chicos. Al poco, Antonio salió de la habitación con los ojos algo rojos y Francis entró sentándose en la cama con Maddie. La cogió de la mano y se apoyó en su hombro. La chica también tenía los ojos algo rojos.

-Antonio me ha dicho porque vinisteis A Londres.

-Mi princesa...

-Mañana os enseñaré Londres, yo seré vuestra guía. Espero no dar nada por visto.

Francis respiró hondo. Ellos realmente fueron allí para ir de juerga y a liarse con alguna chica. Nunca pensaron ir de turismo. Le debía una al español. El francés le dejo un camisa que la quedaba grande A la canadiense y tras darle un beso en la frente se fue de la habitación para dejarla dormir. Antes de dormir, Maddie hizo un par de llamadas y sonriendo dejó las gafas en la mesilla de noche y se durmió hasta la mañana siguiente.

CONTINUARÁ

Enamorando a la princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora