- CAPITULO 3 -

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"Puede que no tengamos corazón, pero tenemos ojos, y éstos nos bastan para atormentarnos."

Jane Austen


Hace frío.

Siento como la madera cruje y los árboles danzan dejando rastros de sombras tenebrosas.

Mi corazón se acelera, siento los pálpitos incesantes.

Tengo miedo...

Todo es tan oscuro. La luna sigue allí, más roja que nunca.

Una luna de sangre.

—Colin... —Mis vellos se erizan.

—¿Quién eres? —El eco se vuelve pesado.

—Debes volver, ya es hora —Su voz es lejana y rasposa, pero sus palabras se mecen con suavidad por mis oídos.

—¿Volver a dónde? —preguntó con los nervios desgarrando mi garganta.

—Se acerca el momento, pronto lo verás —Siento como una ráfaga de viento corta mi piel y frente a mí la veo. La misma mujer de ojos negros envuelta en sangre, sonríe y de repente se coloca a un lado.

Toma mi cuello y lo vuelve a morder, el dolor es insoportable.

Toma mi cuello y lo vuelve a morder, el dolor es insoportable

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Abrí los ojos con fuerza mientras jadeaba y sudaba, otra vez la maldita pesadilla. Se ha repetido todas las noches desde hace un par de años.

Mi humor no era el mejor, los sueños son tan recurrentes y tan reales que despierto sobresaltado. Mis ojeras se han pronunciado un poco más gracias a las pocas horas de sueño y mi apetito ha aumentado de manera voraz.

Paciencia. Natasha la está llevando al límite, estos últimos días estuvo increíblemente molesta y se quedó unas noches en casa lo que dificultó extremadamente mi tarea de cazar. No sé qué demonios le sucede, pero en vista de que lentamente se está tomando el papel de novia muy en serio, tendré que resolverlo.

El reloj marca las seis en punto; decido tomar una ducha caliente y relajarme un poco, me visto para el trabajo y tomo el desayuno para luego salir camino a la empresa.

Aparco el coche donde siempre y al llegar a la puerta del estacionamiento escucho una voz.

—Lo siento, ¿podrías ayudarme? —Volteo para encontrarme de frente con una muchacha.

Llevaba una falda tubo negra al cuerpo y una camisa color crema con algunos detalles en los botones, un moño bastante prolijo y un maquillaje muy sutil. Uno de sus tacones se había incrustado en una de las rendijas que se encontraba en el suelo y no podía quitarla de allí.

Me acerco en su dirección y tomo el calzado en mis manos sin decir nada. Estiro de él con un mínimo de fuerza y lo libero. Su expresión se vuelve una mezcla de vergüenza junto con sorpresa mientras toma el objeto en sus manos.

COLINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora