He vivido muchos años... he visto mucha vida y también la he arrebatado sin remordimiento.
Cada marca quema en la piel como el fuego del infierno, cada día es más oscuro que el anterior. Las almas de los pobres deambulan por la tierra esperando ser...
—Verás a la muerte en toda su belleza, a la vida tal como sólo se conoce en el mismo punto de la muerte —susurré a su oído con temple.
Su piel era pálida; su aliento podía verse a través de la oscuridad, sus ojos azules contrastaban con su cabellera negra, sus labios partidos por el crudo frío y su cuerpo... esperando por mi.
Era una escena perfecta que duró lo que un suspiro; a estas alturas lo único que desentonaba con esa gran obra de arte era los dos pequeños orificios llenos de sangre que sobresalían de su largo y delgado cuello ya sin vida.
La solté un momento mientras sentía como cada gota de su tibia linfa recorría mi garganta hasta llegar a cada extremo de mi ser.
—Adiós, pequeña —coloqué su cuerpo al lado de un árbol y luego comencé a caminar, la noche era perfecta y yo ya había cazado lo suficiente. La luna estaba roja y eso me inquietaba; hace unos meses comenzó a tomar un color rojizo que me erizaba la piel y me obligaba a estar alerta.
Mi nombre es Colin Spencer, tengo veinticinco años humanos aunque mi verdadera edad es de ciento veinticinco. Vivo en la ciudad de New York, trabajo como programador de computadoras para una empresa importante y por si no lo notaron, soy un vampiro.
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