Capítulo 11

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Una fiebre descomunal lo invadió de repente. El sudor recorriéndole la frente en medio de su actual estado, y aún así, debía levantarse.

El día anterior, con todo ese rollo de marcharse, se había tomado un día de ocio, aunque ni siquiera pudo disfrutarlo como hubiera querido... Y ahora, de nuevo al quehacer.

El camino ante él parecía deslizarse por sí solo cuando iba posando sus pies sobre él, como una serpiente andando por un árbol, algo así se sentía. Todo era tan extraño... Incluso las personas que iban a su lado, que se cruzaba de vez en cuando, carecían de rostro, de cualquier cosa que los caracterizara... ¿Por qué? Y por muy raro que eso le sonara, no le llamaba ni un poco la atención. Él continuaba caminando como si nada ocurriese.

Su corazón de desperezó cuando llegó a la habitación que tanto detestaba y ansiaba al mismo tiempo. Miró hacia abajo y de pronto, una bandeja inesperada apareció sobre sus manos... Sin preguntarse demasiado cómo había llegado eso ahí, se adentró en el cuarto real.

Allí, se encontró con una figura muy conocida, y pese a lo que se esperaría, éste ya estaba en pie y terminando de colocarse esa peculiar túnica roja y larga sobre su otro ropaje oscuro. El color rojo sangre parecía brillar dentro de aquella desolación inmensa, del silencio mortuorio que ambos despedían al mirarse, produciendo ecos de nada entre los dos cuerpos de pie allí.

Thranduil se adelantó unos pasos, hasta estar a casi un metro de su vasallo, y entonces continuó observándolo como si no lo conociese en realidad. Kherion no podía culparlo por eso, ni siquiera él se conocía del todo... Nunca estaría seguro de sí mismo.

- Buenos días-

Al oír aquellas palabras saliendo de los sonrosados labios de su rey, Kherion tuvo la desesperada necesidad de abofetearse para saber si se encontraba en un sueño o algo peor... Mas, teniendo en cuenta que todo aquello era como una especie de "reconciliación" entre ambos, no lo vio demasiado convincente, no quería volver a empezar con el pie izquierdo, por lo que retuvo sus ganas de hacerlo, aunque las dudas de si lo que había oído era real lo siguieran invadiendo.

Le respondió con apenas un hilo de voz, que sonaba demasiado débil, hasta para él, que nunca había tenido el coraje de levantar la voz a su señor. Se compuso la garganta, dispuesto a preguntarle al rey si al menos se serviría el desayuno, pero entonces, algo inesperado volvió a sacarlo de foco, poniéndolo al filo de una situación inentendible, que no tenía cabida dentro de su estrecho mundo.

Thranduil, quien aún mantenía su profunda mirada en él, observándolo fijamente con insistencia, se le acercó lo suficiente para poder sostenerlo de los brazos fuertemente, y luego, lo llevó con facilidad hacia una de las paredes más cercanas de la habitación, que debido a lo que sucedía, parecía encogerse inevitablemente.

Con los ojos casi desorbitados por la sorpresiva maniobra de su señor, Kherion levantó la bandeja y la interpuso entre ambos cuerpos, que ahora estaban tan cerca que casi podía sentir el calor expuesto por el próximo contacto. Se sentía tan irracional, tan fuera de su zona segura que estaba a punto de soltar un grito seco, pero para su suerte, no encontraba la manera de hacerlo, puesto que su mismo asombro lo había enmudecido por el momento.

A todo esto, el agarre de Thranduil sobre sus delgados brazos se volvió más seguro y fuerte que antes, haciéndole notar una leve molestia en sus músculos, como si quisiera trasmitirle algo con ese contacto, aunque más dirían sus expresivos ojos. Kherion observaba esa mirada nebulosa sobre él, viéndolo sin descanso, sin siquiera parpadear ni darle un respiro, siquiera por piedad. No podía soportar todo aquello, necesitaba más espacio... Algo de aire...

Para servirle y amarlo eternamente [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora