Capítulo 2

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En el manto negro nebuloso en el cual se encontraba, no tenían cabida sus pensamientos racionales. De hecho, mientras estaba soñando, siempre hacía las cosas sin pensárselas en absoluto, como si supiera que se trataba de un simple sueño y aprovechara para comportarse como no se atrevería jamás en la vida real.

Allí, se vio tendido sobre un suelo de arena, que de hecho era muy cómodo, pese a lo que uno pensaría. Gustaba de acariciar sus manos en la arena, meciéndolas hacia un lado y hacia el otro mientras sonreía de oreja a oreja. Estaba feliz, sin explicación alguna. Por fin hallaba algo de comodidad después de tanto tiempo; finalmente se encontraba plácido en un lugar, aunque fuera sólo en un sueño.

De pronto, por arte de magia, el plano de arena se transformó en una sábana del mismo color que lo envolvía cálidamente, reconfortándolo tanto que ni siquiera se inmutó ante lo que acababa de suceder. Y en ese momento, notó un bulto debajo de las sábanas, las que él tenía enroscadas alrededor de su cuerpo delgado. De simple curiosidad, luchó con el enredo de telas sedosas que tenía en sus brazos para poder quitarlas y ver qué era lo que se encontraba debajo de él. Y cuando lo hizo, se quedó congelado.

Una piel blanquecina, exquisita, intocablemente perfecta se mostraba en el pecho sobre el cual él estaba recostado. De pura impresión, intentó levantarse, pero las sábanas enroscadas en sus piernas le impedían moverse libremente. Entonces, atónito, elevó la visión hacia el rostro de la persona cuya piel lo magnificaba tanto. La sorpresa lo golpeó de lleno cuando observó los rasgos tan característicos que hubo visto varias veces durantes estos últimos años... Pero, ¿cómo podía ser? ¿Thranduil estaba en su cama? ¿O había sido él quien invadió su intimidad? No entendía nada, con su mente revuelta en tantas emociones encontradas, pero lo único que tenía seguro era que deseaba tocar esa piel que causaba tanta admiración, para ver si era tan intocable como parecía ser. Sí, deseaba hacerlo; en efecto, como pudo estiró una de sus manos hasta casi alcanzar el pecho plano y trabajado que veía debajo de él, hasta casi rozar el extremo de esa perfección... Y entonces...

Se despertó. Estaba en el suelo, tal vez el hecho de que hubiera caído fue lo que provocó que abriera los ojos... Casi de inmediato, comenzó a invadirlo esa sensación bochornosa de pura vergüenza al recordar lo que había soñado. ¿Cómo pudo soñar aquello? ¡¿Qué le estaba sucediendo?!

Sin darle tiempo a que se desesperara aún más de lo que ya estaba, Legolas entró en su cuarto, y al notarlo allí, tirado al costado de su cama, se sonrió por un momento, pero luego aquel gesto desapareció, y poniéndose lo más serio que pudo, dijo:

- Ven, no pierdas el tiempo-

Ante esas palabras, no le quedó más remedio que incorporarse lo más rápido posible y seguir a su príncipe, con el mayor de los desconciertos. Luego, una vez estuvieron encaminándose por el largo pasillo, éste volvió a hablarle:

- ¿Dónde estuviste ayer? Mi padre está de muy malhumor...- Dijo, y dándose la vuelta para obtener una respuesta sincera de sus ojos verdes expresivos, completó: -Bueno... Más de lo habitual-

- Yo... Estuve...- Intentó decir, pero Legolas no le permitió continuar.

- Fui yo quien lo convenció de que te aceptara como su vasallo personal, sabes cuánto le desagradaba la idea- La mirada celeste se le pegaba en la conciencia como dos puñales que hacían sangrar su orgullo. Por pura culpa, Kherion se vio obligado a bajar la vista. – Que hagas algo como esto, de desaparecerte por un día completo, prácticamente, es inaceptable. Lo sabes-

- Lo entiendo, yo sé... Siento mucho lo ocurrido, no volverá a-- - Pero nuevamente fue interrumpido antes de culminar la frase.

- No me lo digas a mí. Díselo a él-

Para servirle y amarlo eternamente [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora