—Em, lo siento señor Somerhalder, pero la señorita fue la que activó la alarma en su coche—se acomodó el gorro, con evidente incomodidad, mientras yo seguía sollozando.

—Bien, gracias por sus servicios, se pueden retirar—su voz sue severa—. Desde aquí me encargo yo—se giró, haciéndome girar. Los guardias se fueron y nos vimos envueltos por la oscuridad otra vez— ¿estás bien? ¿que ocurre, Nina?—tomó mi cara con sus manos, obligándome a mirarlo. Con sus pulgares limpió mis mejillas.

—Es solo que...—sollocé, para variar— me encuentro tan confundida en este momento.

No iba a explicarle cuáles eran mis preocupaciones, o desconciertos. No si él se veía involucrado en la mayoría de ellos.

—Vamos al auto, está empezando a hacer frío—posó su chaqueta sobre mis hombros y me invitó, con un ademán, a sentarme en el auto. Así lo hice, era tan cómodo que podría dormir en él. Después de unos segundos Ian se encontraba a mi lado, en el asiento del conductor— ¿Qué te está pasando, Nina? ¿Quieres contarme?

—No...—dije entre gemidos—solo…—no pude terminar la frase, unos gritos provenientes de afuera me interrumpieron.

—¡Quítala de ahí, bastardo! ¡No te la llevarás a ningun lugar! ¿Me estas escuchando?—gritaba Cory, totalmente fuera de sus casillas, la vena al costado izquierdo de su cuello se inflaba a medida que subía el tono. Ian me miró esperando que diera mi veredicto. No me iba a mover de ese auto si no era para ir directamente a mi casa, o a la de Maureen en su defecto. De ninguna manera me iba a ir con el que me hacía sufrir de la manera que estaba sufriendo. El impacto me sacó de mi ensimismamiento, Cory había pateado el auto, Ian se mantenía sereno, sorprendiéndome nuevamente.

—Solo… sácame de aquí—volví a enterrar la cara entre mis manos y lloré. ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?

Antes de poder procesar todo lo ocurrido, mis párpados se cerraron y caí en un profundo sueño.

 

        ***

 

—Quita...—susurré volteandome en la mullida cama para escapar del rayo de sol que golpeaba en mi rostro. Ahora de espaldas estaba decidida a seguir con el sueño que me habían interrumpido. Volví a mi posición original, restregué mis ojos antes de abrirlos. Definitivamente no sabía donde estaba. Parpadee varias veces para salir del sueño, hasta me pellizqué. Lo único que conseguí fué soltar un pequeño grito por el dolor que me había infligido.

—Ya era hora que despertaras. Eres como un bebé cuando duermes—podría jurar que mi corazón se paró una milésima de segundo.

—Joder ¿qué está mal conmigo?—sacudí la cabeza, mi imaginación llegaba a niveles extraordinarios. Me senté en la cama y miré a mi izquierda, donde pude ver una linda ventana rodeada por cortinas color bordó. Miré a mi derecha y mis ojos se abrieron. Esto no podía ser cierto: Ian estaba con el hombro apoyado en el umbral de la puerta, los brazos cruzados a la altura de su pecho y una sonrisa de medio lado en el rostro, llevaba unos lindos pantalones de pijama y una remera sin mangas blanca. Podía ver sus lindos ojos celestes desde donde estaba.

—¿Dormiste bien?—preguntó dando dos pasos en mi dirección. Yo seguía anonadada.

—¿Cómo demonios llegué aquí?—lo señalé en forma acusatoria—Tú, dime, ¿dónde estoy?

—En mi casa—contestó como quien no quiere la cosa, en un intento de tragar me atraganté con mi propia saliva. Su mano fue directamente a mi espalda, golpeándola suavemente para que me calmara. Todavía no podía comprender qué es lo que hacía en su casa. En la casa de mi profesor, que está demasiado caliente para ser verdad. Me acordé que me había rendido en los brazos de Morfeo en el auto de Ian justo después de que este arrancara.

Mr. & Mrs. Somerhalder |en pausa|Where stories live. Discover now