Recuerdos (Michael Dikoudis)

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Michael


La observaba desde lejos, cómo se comportaba, cómo sonreía y cómo reía de todo lo que él decía. La pequeña castaña estaba acompañada de él, de ese tipo que tenía el nombre de Luke, un muchacho de su misma edad, pero diferente a ella; pues ambos eran de distintas clases sociales, pero eso no le importaba a ella y a mí tampoco me habría importado de ser el caso.

Siempre me pregunté qué le había visto a él, era un muchacho común, nada especial, un simple estudiante, pero no era más especial que yo... ¿O lo era?

Había terminado la universidad hace unos cuantos meses con honores, a pesar que nunca quise estudiar negocios, pero me vi obligado a hacerlo cuando mi padre murió y mi madre quedó desprotegida, ella no podría con toda esa responsabilidad de manejar una gran empresa. Mi deber era ayudarle como su único hijo que era, aunque confieso que siempre tuve el deseo de convertirme en maestro como ella.

— ¿Es muy linda, verdad? — Mi madre llamó mi atención. Ella había notado cómo la había estado mirando —. Su nombre es Hannah Monroe y la hija menor de los Monroe, ¿la recuerdas? — Y claro que lo hacía, ya que la primera vez que la conocí fue cuando ella tenía 7 años y llevaba unas coletas como peinado y se escondía tras el vestido de su madre.

— Sí, claro que la recuerdo. — contesté, fingiendo no sentir interés en ella.

— Sabía que no la habías olvidado. — Mi madre tenía una gran sonrisa en su rostro, era imposible ocultarle que Hannah me atraía —, ¿Por qué no te acercas y hablas con ella? — sugirió, pero no podía hacerlo, pues no sabía con qué pretexto acercarme.

— No es el momento apropiado. — mentí, mientras que por dentro, moría por hacerlo.

— ¿Y cuándo lo será? — inquirió ella, mi madre no estaba satisfecha con mi actitud. Me tomó de las manos y me regaló una sonrisa cómplice —, esperame aquí, volveré pronto. — se alejó, sin que yo pudiese evitarlo. Sabía lo que haría.

¿Qué le diría? No sabía qué decirle, nunca le había hablado, sólo había cruzado más que dos palabras con ella en toda mi vida; un hola y un adiós, pero eso había sucedido cuando ambos éramos niños, es decir hace mucho.

« Gracias, mamá, haré el ridículo ante Hannah. »

Desde lejos observé cómo mi madre y la castaña que había llamado mi atención desde hace mucho tiempo, platicaban amenamente, parecían amigas o incluso mucho más, cómplices. Al cabo de unos minutos mi madre regresó, pero no sola, sino acompañada de aquel ángel de cabellos castaños.

— Querida Hannah, permíteme presentarte a mi hijo. — musitó, sin dejar de sonreír —. Su nombre es Michael y acaba de graduarse de la misma universidad en la que quieres estudiar.

La castaña sólo atinó a sonreírme con nobleza. Su sonrisa era hermosa, propia de un ángel.

— Mucho gusto en conocerte, Hannah. — tomé su mano y la besé.

— El gusto es mío, Michael. — aceptó con timidez mi gesto.

Mi madre observaba la escena muy entretenida. Ninguno de los dos sabíamos lo que tenía en mente.

— Parece que ustedes se llevarán muy bien. — comentó con cierta alegría que podía contagiar a cualquiera —, Michael, cuida de Hannah. Los veré luego. — se alejó de nosotros sin otorgarnos la oportunidad de actuar.

No sabía qué decirle y al juzgar por su expresión, tampoco ella sabía qué decirme.

— Escuché que piensas asistir a la misma universidad en la que estudié — De alguna manera tenía que romper el hielo.

— Así es. — contestó ella, aún con cierta timidez —. Lo haré cuando termine la escuela.

— Escuché que deseas estudiar literatura. — Ella me miró sorprendida.

— Sí, creo que es una hermosa carrera. — respondió con un cierto tinte rojizo en sus mejillas.

— ¿Y por qué te decidiste por literatura? — pregunté muy curioso.

— Verás, desde muy pequeña me han gustado toda clase de libros. — explicó ella —. Me encantaría poder crear historias y algún día trabajar en una editorial. Además...— Yo me perdía en sus palabras, todo en ella era dulce y encantador.

Ni en un millón de años habría imaginado que años después compartiría mi vida con ella y menos que tendría como rival a aquel jardinero, a quien ella solía llamar su mejor amigo.

Un Escape Casi PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora