Capítulo doce

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Habían transcurrido algunos días desde que Michael visitó a Hannah con la intención de expresar su pesar, es decir, su intento de disculpas. Hannah creía que lo mejor era guardar distancia del griego por su bienestar y la del hijo que esperaba. Ella no quería tener ninguna discusión con él, ni tampoco volver a su lado aunque se moría por hacerlo, según la castaña, volver al lado de Michael sería difícil y tomar una decisión definitiva sería una de las más difíciles que ha tomado en mucho tiempo.

Hannah Monroe tenía que tomarse las cosas con calma.

Y en cuanto a Michael, él tendría que enfriar el volcán a punto de estallar, puesto que el remordimiento y el dolor no se habían apartado de su corazón desde que sacó a su esposa de su vida por equivocación. Por otro lado, Luke estaba más que dispuesto a seguir al lado de su amada Hannah, él quería de alguna manera recuperar el cariño y amor que se habían tenido ambos cuando eran adolescentes, pero tenía que ser consciente que habían pasado casi 9 años desde que fueron unas crías de 17 y que quizá no había vuelta atrás en el tiempo. Tal vez ese ciclo se había cerrado y Luke tendía que averiguarlo por su cuenta.

— ¿Podríamos hablar al respecto de nuevo? — Era Michael al teléfono, quien intentaba convencerla de que lo aceptara y que formaran una familia —. Hannah, tenemos una familia, no dejemos que una tontería nos separe, sabes lo mucho que significas para mí, como también sé que soy el culpable de nuestra separación.

— Michael, ya hemos hablado, necesito un poco de tiempo. Tomar una decisión definitiva no es así de fácil. Además, sabiendo que siempre vas a desconfiar de mí.

— Pero Hannah, yo te amo y quiero lo mejor para nosotros y nuestro hijo...— Como por arte de magia, un llamado al apartamento de Hannah había pausado la declaración del griego.

— ¿Crees que puedas esperar un minuto o quizás dos? — le preguntó —, iré atender la puerta.

— Está bien, ve.

¿Quién habría imaginado que detrás de la puerta estaba dos repartidores con unos arreglos florales gigantes? Hannah recibió todos, agradeció a los dos hombres, claro que después de entregarle respectivamente una propina a cada uno de ellos y posteriormente cerró la puerta. La linda castaña no había contado con que su aún esposo había escuchado la breve conversación que tuvo con los hombres responsables de entregarle los arreglos.

— ¿Michael? — dijo, retomando nuevamente la llamada telefónica.

— ¿Te gustaron las flores? — Su descarada risa se escuchó en el teléfono.

— ¿Tú mandaste los girasoles y las rosas? — preguntó curiosa.

— ¿Girasoles? — replicó Michael.

¿De qué girasoles hablaba Hannah?

— ¿Qué girasoles? Yo sólo te mandé rosas, debe ser un error. Tal vez mi asistente se equivocó o quizá sea culpa de la florista.

La muchacha se acercó a ver la tarjeta que traían los girasoles y lo curioso fue saber que Luke era quien había enviado los hermosos girasoles, expresándole sus mejores deseos.



Mi querida Hannah,

Sabes que tienes todo mi amor y siempre estás en mis pensamientos.

Mis mejores deseos el día de la consulta con el médico.

Espero que sea una niña tan linda como tú ¡Y claro que lo será!

Tanto como la niña con la cual solía jugar cuando era pequeño, ¿aún lo recuerdas, verdad?


Con amor,

Luke.



— No fue un error de tu asistente, ni de la florería. — le aclaró.

— ¿Entonces? — cuestionó, Michael que estaba impaciente por conocer la identidad de la persona que le había enviado los girasoles a su esposa.

— Fue Luke quien me envió los girasoles, quería expresarme sus mejores deseos, ya que mañana es la consulta con el médico. — Hannah sabía muy bien que esto molestaría a Michael, pero no le importó, pues muy en el fondo le divertía que fuese de tal manera y después de todo, él se lo merecía.

Ahora Dikoudis tenía de qué preocuparse realmente.

— ¿Qué ese cretino se atrevió a enviarte flores?— explotó — ¡No se lo puedo permitir! — gritó.

— Sólo quería desearme lo mejor, como ya sabes, mañana sabré el sexo del bebé.

— Sabremos, — rectificó —, mañana pasaré por ti al trabajo y no pienso escuchar un no por respuesta.

— Michael, yo...

— Nada, Hannah, — sentenció —, y en cuanto a ese cretino, yo me encargaré de que no vuelva a enviarle flores a mi esposa... ¿Quién demonios se cree que es?

— Lo de esposa está en discusión y respecto a Luke, él es y siempre será mi amigo, así que supéralo.

— Debes estar bromeando, ¿no?

— Para nada, Michael. — aseguró ella.

— Veremos eso luego, lo importante es que mañana sabremos si será un niño o una niña, — comentó con un tono eufórico, el cual intentó disimular por uno simplemente alegre —, aunque tengo la sospecha que será niña, es más, estoy muy seguro de ello.

— ¿Y eso te molesta? — Hannah no pudo evitar sonar susceptible, debido a la diferencia de géneros que siempre habían hecho en su familia. Siempre había sido todo para Terrance, porque él era hombre y ella quedaba de último, porque era mujer, algo totalmente injusto, ya que tanto, hombres y mujeres tenían los mismos derechos, no tenía por qué existir diferencia entre ellos, ¿no?

— Para nada, — respondió muy tranquilo —, es más, te confieso que siempre quise tener una hija. Estoy cansado que en la familia Dikoudis sólo sea de puros varones, ya es hora que una niña tome el apellido y estoy seguro que mi madre estaría más que feliz, ella siempre quiso una nieta también.

— Vaya sorpresa. — mencionó la dulce muchacha, muy feliz, pero también con un poco de alivio. Ella no quería que su hija, si es que fuese niña viviera lo mismo que ella.

— Es más, deberías ver las cosas que compré para ella, ya tengo todo preparado. — Michael estaba muy entusiasmado con la idea de tener un hijo, es decir una hija —. Incluso ya contraté una decoradora para que se encargue de la habitación de nuestra futura hija. — Sí, quizá el griego se había entusiasmado mucho, quizá demasiado rápido.

— Pero si aún no sabes el sexo del bebé. — dijo su esposa sorprendida por la revelación de su marido.

— No es necesario, ya que los griegos tenemos un sexto sentido, lo verás con tus propios ojos mañana.

— Veremos si lo que dices es cierto. — rio dulcemente.

— ¡Oh, sí que lo es! — exclamó con una pequeña risa de felicidad.

Tal vez existía la posibilidad que todo entre ellos tuviera solución. El cielo les estaba regalando una nueva oportunidad, la misma que Michael no pensaba echar a perder por necio.

Un Escape Casi PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora