Vicino alla Verità

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–Fue un accidente bastante dulce. ¿Dreyri quieres bañarte? –preguntó Luke, que tenía el cabello todo revuelto, y una cara de dormido mucho más evidente que la mía.

–No, no es necesario, solo es azúcar –dije sacudiéndome el jean.

– ¡Ésa es la actitud! Deberían aprender de ella, chicos –ambos lo miraron, y luego me miraron a mí, lo que hizo que me achicara en mi asiento.

–Bueno, hay que eliminar esto de mi escultural cuerpo –dicho esto, Alex se sacudió como cuando un perro se saca el agua de encima, haciendo que volara azúcar por toda la sala, incluso a mí, que quedé aún más azucarada.

Me levanté y me sacudí la remera, el pantalón y el cabello; Gabriel me siguió, ya que a su hermano, al igual que a mí, le había echado lo suyo.

–Chicos, ya es hora; si no salen en este momento, la tormenta no los dejara llegar a hora. Espero que les vaya genial el primer día de clases. Dreyri, ten –comenzó a decir, mientras se paraba y me ofrecía una mochila negra, que estaba bastante pesada–. Me tomé la libertad de, hoy a la mañana, comprarte los útiles que necesitaras. También te compraré ropa, al menos para que puedas estar por unos días, pero necesito que me acompañes para eso –dijo guiñándome el ojo.

–Oh, pero es demasiado, no puedo aceptar tanto, realmente me siento un estorbo.

–No digas eso, ya eres de la familia –dijo con una sonrisa que parecía no caberle en el rostro.

Al decir esto, Gabriel y Axel nos miraron rápidamente. Como si la ideas no les gustara, aunque no sabía el por qué.

–Bueno, pero prometo devolverles todo, y con creces –dije, tomando la mochila.

–No tienes por qué, querida. Ve, hoy manejará Gabriel en su coche nuevo.

–Mama, si presumes que tu primogénito tiene licencia para conducir, deberías enorgullecerte de tener un hijo que es toda una obra de arte –dijo Alex, mientras salía hacia la tormenta.

Ambas nos lo quedamos mirando, hasta que hubo cerrado la puerta. Luego, ella me miró y me dijo en el oído:

–Trata de no odiarlo mucho, ha pasado por demasiado cuando era muy pequeño. Sé que puede parecer odioso, pero es todo un dulce en el fondo.

Asentí, aunque deseé no haberlo hecho al instante; y salí por la puerta, con la mochila en el hombro. Cuando lo hice, me di cuenta, por el frío, que no había llevado abrigo y el viento estaba por cortarme la carne.

–Ten –dijo una voz a mis espaldas, mientras me colocaba una campera de cuero en los hombros. Era Gabriel, y tenía una sonrisa enorme en sus labios, que me miraban compasivamente como si yo fuera un perro abandonado.

–Gracias –pude balbucear, el frio ya casi hubiera hecho su cometido de enfermarme si no fuera por él.

Ambos entramos al auto, el en la parte del conductor, y yo detrás junto a Jodie. Alex iba en el asiento del acompañante.

–Bien, espero que no quieran abrir las ventanas –dijo el conductor, mientras prendía el vehículo, que tenía un olor a nuevo hipnotizante, y era de color negro tanto adentro como afuera.

Llegamos al Instituto con dificultades, debido a la tormenta. Éste se encontraba muy alejado del pueblo, pero aún más de la casa de los Blacked. En el camino, pude observar un poco mejor el pueblo que, definitivamente, parecía fantasma.

–Bien, hemos llegado –dijo Gabriel, deteniéndose en el estacionamiento del Instituto. Miré hacia los costados, cientos de alumnos entraban allí corriendo para poder cubrirse de la lluvia torrentosa.

Salí del auto y corrí hacia la entrada, junto a los demás. El timbre tocó justo cuando pasamos las puertas dobles de la edificación antigua, esto hizo que todos los alumnos corrieran a su salón de clase rápidamente, dejándonos solamente a Alex y a mi parados, sin saber realmente a donde ir –o al menos eso me pasaba a mí–.

Alex entró a un salón, sin darme tiempo de seguirlo de cerca. El profesor que se encontraba allí, un hombre joven y pálido, con gafas finas y cuadradas, me miró largo rato antes de que pudiera decir algo.

–Tú –dijo, señalándome–. Te espero fuera de hora.

Genial Dreyri, primer día de clase y ya tienes una cita con el profesor por llegar tarde, ¿qué habría hecho Alex para no estar castigado? Prácticamente habíamos entrado juntos.

La mañana transcurrió normal, es decir, aburrida. Cada profesor que llegaba era una agonía aun peor que el anterior, todos comenzaron a dar tarea apenas podían, dándonos actividades para hacer en casa. Al finalizar el día escolar, me dirigí hacia el despacho del primer profesor, que era de Historia. Alex, Gabriel y Jodie dijeron que me esperarían hasta que termine de hablar, lo cual agradecí totalmente. Ya que no quería volver caminando.

El profesor me estaba esperando adentro, cuando toqué a su puerta me dijo que pasara rápidamente. Entré y me encontré con el profesor mirándome desde atrás de un escritorio, lleno de hojas. Con un gesto con la mano me indicó a que me sentara.

–Dreyri, sé qué eres –comenzó a decir rápidamente. Me quedé quieta en el asiento, aquellas palabras me causaron un impacto peor de que si alguien me hubiera golpeado–. Sé quién eres, pero debes huir de esa familia. Puedo ayudarte a que entrenes, estoy de tu lado. Pero debes saber que no tienes que decir nada –susurró cada vez más bajo, inclinándose en el escritorio para poder hacerse oír.

– ¿Quién soy? –dije a punto de largarme a llorar… pronto descubriría la verdad, pronto todo volvería a la normalidad. Pronto sabría quién era o, como él había dicho, qué era.

–Nuestra única esperanza, Dreyri.

Secretos de Sangre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora