El secreto mejor guardado

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El tiempo en el hotel no pasaba más.
Parecía que estaba flotando. No podía distraer mi mente. Y eso que había esperado este momento por meses. Porque ahí estaba la chica soñada. A unos centímetros de mí.

Ya no me estaba gustando estar boca arriba mirando el techo. Pero sabía que tenía que disfrutar el momento.
No sabía si ella quería que seamos amigos con beneficios u otra cosa.
Y “...El juego se picó. Ella despertó y mencionó a un tal Jey”.
Con ese nombre sabía que iba a terminar el juego. Ella parpadeó y ahí estaba yo.

—Estás sudando... ¿te sentís mal, Vladimir?

—No, no.

—¿Te pasa algo?

—Si.

—Dale, decime que te pasa. ¿Acaso estaba roncando?

Eclipsa me miró con sus ojos enrojecidos: parece que estaba preocupada.

—¿Quién es Jey?

—No lo sé.

—Estabas balbuceando dormida y dijiste algo sobre un tal Jey... si tenés novio, yo me marcho ahora mismo y no te hago perder el tiempo.

Entonces todo le resultó más claro. Ella ya había captado porque ese nombre me había causado malestar.

—Jey es una persona —dijo y se sentó en la cama—, no te enojes conmigo por favor.

—¿Es tu novio o tu marido?

—Vladimir, no estoy para chistes. Me acabo de levantar.

—¿Qué te pasa?

—Nada.

—¿Con quien soñabas?

—Con nadie.

Eclipsa se puso de pie y buscó su bata blanca. Sintió sed y abrió una latita de gaseosa de cola del minibar.

—Estoy transpirando... me hacés sentir confundido.

—Vos estás aquí porque yo te traje, Vladimir. Pareces un malagradecido...

—¿Me quieres usar para serle infiel al tal Jey? Yo me voy, nena, olvídate de mí.

—Pero... Vladimir, ¿qué mierda te sucede? ¿Qué rayos te hice?

—Vos me querés usar porque seguramente necesitas vengarte de alguien... Por eso no querés ir a tu casa y querés estar en este hotel refugiada.

—Claro que no, te traje para que nos conozcamos mejor... yo no tengo novio y tampoco estoy casada.

Ella se levantó y fue hacia el baño, sentí el ruido de la tapa del inodoro. Luego encendió la ducha, se pegó un baño, salió peinada con la raya al medio y la bata blanca abierta en la zona del escote.

—¿Quieres que salga de la habitación para que te vistas tranquila?

—No sé de que hablás.

—¿Ya no es la hora de irnos?

—Todavía, no —dijo mientras miraba la hora en su reloj pulsera.

Comencé a sentir la boca pastosa y tomé una botellita de cerveza del minibar.

—Eclipsa. Escúchame, necesito saber que quieres de mí y quiero saber quien es Jey.

BALADA DE OBOE  (𝙽𝚘𝚟𝚎𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚜𝚑) Where stories live. Discover now