Capítulo 1

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La lluvia caía con fuerza mientras corría bajo la noche de la ciudad camino al metro. Llegué a la entrada y bajé apresurada las escaleras hasta los tornos, me había mojado entera. Intentando sacudirme el agua que se escurría por mi cuerpo llegué al andén y me paré a esperar el metro. No quería sacar el móvil porque lo mojaría así que me quedé mirando la estación y a la escasa gente que junto a mí esperaba los trenes. De repente le vi, en el andén de enfrente, en sentido contrario, estaba parado justo enfrente mío solo separados por las vías del metro y me miraba fijamente, le devolví la mirada y algo se revolucionó en mi interior, mi corazón latió deprisa y luego se paró... bueno, el tío estaba buenísimo, ¿a quién no se le movería algo por dentro al verle?. Mi tren entró en la estación y cortó nuestras miradas, sonreí ante la tontería que pensaba y subí al vagón, me instalé en la ventana que daba al otro andén para recrearme con semejante cuerpo y, ¡no estaba!, allí no había nadie, pero, ¡si le acababa de ver!, no podía haberse ido muy lejos, miré en todas las direcciones y no le vi. Guau! con mi mente calenturienta!, unos en un día de lluvia sueñan con un buen chocolate caliente y yo con tíos macizorros. En fin, era una pena, estaba bien bueno.

Salí del metro y afortunadamente ya no llovía, llegué a casa, saludé al aire como siempre y me di una ducha. En pijama me preparé uno de esos vasos con tallarines ultra rápidos en el microondas y me senté en mi escritorio para continuar trabajando mientras comía. Mi vida se resumía en eso, trabajaba para una empresa minera haciendo las viabilidades de los proyectos, era muy estresante pero me gustaba y se me daba realmente bien aunque el salario no era muy alto, pero me permitía pagar las facturas sin problemas. Vivía en un apartamento minúsculo y cuando salía del trabajo volvía a casa a seguir trabajando, mi vida social no era muy activa, tenía mi grupo de amigos, pequeño eso sí, pero solo los veía el viernes y a veces el sábado, el resto del tiempo seguía trabajando. Mi familia era estupenda pero ni siquiera vivían en el mismo estado que yo, hacía 8 meses que no les veía aunque nos llamábamos a menudo, solo volvía a casa por Navidad. No tenía pareja, ni gato, ni un mísero hámster, vivía rodeada de planos y de trabajo, vivía para trabajar. Me gustaba mi vida, era sencilla, sin complicaciones, no tenía ambiciones y mi meta era seguir trabajando hasta que alguien le molestase el olor de mi cuerpo corrupto y llamase a la policía para que me encontrase muerta en casa. No era una gran vida, pero era mía, era la vida que había elegido y me gustaba. Pero alguien no creía que ese fuese mi destino, o fue el destino el que me rescató de esa vida anodina. Sea como sea, mi vida empezó por una mirada en un andén del metro. Mi nombre es Senda, Jinete de Dragón.

Compré mi café como cada mañana y caminé por la calle hacia la entrada de mi trabajo, Jack me interceptó a mitad de la calle y continuamos juntos. Me gustaba Jack, era uno de los managers que teníamos en el departamento, era alto, delgado casi sinuoso, con unos ojos increíblemente verdes y las manos con los dedos más largos que jamás había visto, era muy amable y se reía con facilidad, algunas veces me parecía que podía leerle por dentro, teníamos una conexión especial. Pero no, no era mi tipo, era majo pero eso era todo, aunque las mujeres de mi empresa no opinaban eso.

- Hola forastero - le dije mientras le pegaba un golpecito en el hombro.

- ¿De verdad?, ¿no se te ocurre otra cosa?, estás demodé - me replicó con su maravillosa sonrisa.

Me reí pero era cierto, no veía la tele, no iba al cine, mis expresiones coloquiales eran nulas. Su actitud cambió un poco y me dijo en voz baja:

- Reunión, hoy a las 21:00 h en la planta 48 - me dijo un poco nervioso. Ni que pusiese problemas por tener reuniones a las nueve de la noche, pensé, normalmente me iba a casa pasadas las once de la noche y porque el guarda de seguridad me echaba.

Trilogía Jinete de Dragón: Aprendiz de Jinete (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora