- Ya claro, eso te gustaría.- Solté entre dientes para que no lo entendiera el resto de la mesa.

-No me hagas enseñarte el móvil, bonita.

Nuestros compañeros nos miraban dubitativos mientras pasaban la mirada de uno al otro como en un partido de tenis.

-¿Os conocéis?

-Por desgracia.- Soltamos los dos sin pensar.

La cena pasó sin pena ni gloria. Pasé la mayor parte del rato con la boca llena, intentando prestar atención a todo lo que decían y afirmando o negando cuando creía necesario. Me costaba un poco sociabilizarme de primeras, necesitaría unas comidas más para empezar a soltarme. En cambio don perfecto (así es como empecé a llamarlo en mi mente desde que nos sirvieron el segundo plato) ya había logrado entablar una buena relación con Esteban y se había metido en el bolsillo a Lola. No podíamos ser más distintos.

Fuimos a la zona del bar casi a las diez de la noche y ya había varios de los ejecutivos de la empresa charlando, entre ellos Juan Carlos Martínez, el director general de la empresa en España. Era algo extraño que estuviera, teniendo en cuenta la poca importancia del evento.

Me escabullí con Lola y fuimos a por unas copas de champán. La sensación de las burbujas en efervescencia en el paladar me animó a acercarme, con mi compañera, a hablar con el resto de la gente y aunque estaba consiguiendo grandes progresos en cuanto a comunicación por lo menos hasta una chica rubia con unos tacones exagerados dio un traspiés y me tiró su copa encima del vestido. Genial, simplemente genial. Fui en busca del baño pero me perdí estrepitosamente y acabé en un estrecho pasillo que no tenía ni idea de a donde conducía.

-¿Qué haces aquí?.- Preguntó alguien detrás mío.- No me lo digas. Se ha terminado el ron.

Don perfecto estaba apoyado contra la pared y tenía una copa en la mano. En cuanto me giré y le eché una mirada de aburrimiento, se incorporó y se aproximó a mi hasta que su nariz quedó muy cerca de la mía.

-Estaba buscando el baño, pero esto es enorme y me he perdido como una tonta.- Balbuceé nerviosa. Si se acercaba así era imposible concentrarse. Tenía que decirle que solo seríamos compañeros y nada más, pero era difícil en esa situación.- Y tú ¿Qué haces aquí?

-Me aburre tanto ejecutivo.- Se quedó pensativo un momento y siguió más serio.- No es mi estilo.

-Entonces no entiendo porque estas aquí. D Design esta lleno de altos ejecutivos.

-Tengo mis motivos.

Intenté preguntar pero fue imposible cuando sus labios rozaron los míos en un tierno beso, demasiado tierno en comparación con los anteriores. Sus manos subieron hasta mi cabello y la presión aumentó, corriendo el riesgo de que me deshiciese ahí mismo. Ese no era el plan, Martín no estaba en el. Eran completamente incompatibles, ya sabía como terminaría todo aquello y tenía la certeza de que yo saldría perdiendo.

-Ehmmm…- Balbuceé en cuanto se separó de mi.- Martín, esto…esto no puede volver a ocurrir. Necesito esta beca y esto…- Dije señalándonos.- …D Design es muy estricto en cuanto a sus normas de confraternización entre empleados y esto nos perjudicaría a los dos.

Como si hubiera metido el dedo en la yaga, Martín se alejó de mi y se rió irónicamente.

-Me río yo de las normas de D Design.

Me cabreó la manera en que lo dijo. Si le daba igual todo me parecía perfecto, pero no sería a mi costa. Pero él estaba más enfadado todavía, maldito engreído, narcisista.

-Tranquila, a partir de ahora solo seremos compañeros y conseguirás la estúpida beca de tu querida empresa.

-¡Estupendo!- Grité enojada. No entendía como de repente se había puesto de aquella manera y me molestaba mucho.

Una voz chillona apareció al fondo del pasillo, acompañada del ruido de tacones trotando sobre el pulido suelo de mármol; gritaba el nombre de don perfecto y yo era incapaz de ver quien era la persona que se aproximaba entre tan poca iluminación.

-Mira, ahí viene tu sustituta.

Una oleada de rabia ascendió hasta mis mejillas. ¿Cómo se atrevía a tratarme así? Solo otro imbécil más en mi historial, aunque ninguno de los anteriores me había hecho sentirme tan mal. Tenía unas ganas inimaginables de llorar, pero me mordí el labio y aguanté.

-Pues que te aproveche.- Dije; casi escupiendo las palabras.

Salí tan deprisa de ahí como pude y caminé hasta que choqué con la entrada del baño. Le di una patada a la puerta, preguntándole donde se había metido, y entré.

Mi mejor oportunidad (editando)Where stories live. Discover now