Nos fueron nombrando uno a uno y nos dieron nuestra acreditación con el número de grupo. Lola y yo íbamos juntas, luego buscaríamos al resto del grupo.

Sin dejarnos decir mucho, la coordinadora siguió hablando.

-Bueno, ahora tendréis una cena de bienvenida y un pequeño recibimiento en el bar. Hoy centraros en conoceros. Mañana comenzará lo difícil.

Todos nos levantamos y nos dirigimos al comedor y Martín seguía sin aparecer. Empezaba a preocuparme, quizás le había pasado algo. ¡Madre mía! ¿Y si había tenido un accidente? Un montón de locuras pasaron por mi mente en una décima de segundo y empecé a sentirme extrañamente inquieta. Me senté a la mesa que estaba asignada a mi grupo y saqué el móvil. Tenía su teléfono de la noche del  bar, quizás podría llamarle…o mejor un mensaje. No quería parecer demasiado preocupada.

¿Dónde te has metido? Estamos a punto de cenar y sigues sin aparecer. ¿Estás bien?Alicia.

Lo envié y esperé unos segundos hasta que recibí un mensaje.

No estoy bien. Tengo un problema.

Me llevé la mano a la boca asustada. ¿No podía ser un poco más concreto? Así solo lograba preocuparme más.

Concreta un poco más, imbécil. Me estas preocupando.

Dejé el móvil en la mesa y esperé. No llegaba nada, habían pasado unos minutos y no contestaba. Me removí inquieta en la silla y seguí esperando sin hacer caso de lo que se hablaba en la mesa. El móvil sonó.

Que la única silla que queda libre esta a tú lado.

¿Qué?

-Mirar, ahí viene el que falta.- Dijo el otro diseñador de nuestro grupo y del que no sabía su nombre porque con los nervios no le había hecho ni caso.

Me giré y vi a Martín caminando hacia nosotros. Iba acompañado de la señora Ferrando, mientras hablaban animadamente. No cojeaba, no había sangre(menos mal o me habría caído redonda al suelo), no tenía nada. De hecho, estaba estupendo. Más que estupendo, con esos pantalones negros, camisa de cuadros y chaleco estaba…estaba… Mierda, me había tomado el pelo en los mensajes y encima formaba parte de mi grupo. Apoyé los codos sobre la mesa y hundí la cabeza entre mis brazos a la vez que resoplaba. Aquello iba a ser un infierno.

Lola dio un silbido y se acercó a mi.

-Chica, el retraso ha merecido la pena.- Me susurró al odio.

Yo únicamente le eché una mirada de incredulidad y volví a clavar la vista en el mantel en cuanto noté la presencia de Martín a mi lado.

-Señor Conde, aquí esta su grupo.- Dijo la señora Ferrando.- Disfrutar de la cena, chicos. Luego nos vemos.- Añadió antes de irse; dedicándole una coqueta sonrisa a Martín, que se la devolvió, haciendo que esta carraspeara. ¿En serio? Que podrían ser madre e hijo.

El chico de piel aceitunada y ojos bonitos, de mi grupo, se levantó y le tendió la mano.

-Hola, soy Esteban.

Así se llamaba…vale.

Martín le devolvió el saludo y después se presentó a Lola de forma dulce y encantadora. Desde mi posición me pareció ver como las bragas de mi compañera se caían hasta el suelo cuando le dio dos besos. No la podía culpar, Martín solía causar ese efecto en cualquier fémina.

Cuando llegó a mi, me levanté incómoda y le dediqué una falsa sonrisa.

-Hola señorita Díaz.- Saludó socarrón; acercándose a mi para darme dos besos.- Así que preocupada.- Susurró.

Mi mejor oportunidad (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora