Eso era malo, pero de cierta forma gratificante. Aquellos que siempre lo habían visto casi por encima del hombro, ahora querían retroceder ante él. De cualquier forma, no pudo disfrutarlo, ahora se encontraba en una situación bastante desgarradora.

La diosa sostenía una llama en una mano y en la otra sujetaba una cadena brillante que él conocía a la perfección. Atrás suyo se erguía Ayla con la respiración acelerada y la mandíbula temblorosa. Esto le estaba cobrando más que solo a su hija.

— Volverás de donde saliste, y ejercerás bien tu trabajo sin importar que. Cuando todo esté echo podrás venir a despedirte de mi hija. — sentenció la diosa helada.

En ese momento todo acabó para él, la vida que había construido con mucho esfuerzo, se derrumbó en tan solo minutos, tan fácilmente que pareció tratarse de un engaño.

Sus dientes chirriaron y su mirada cayó sobre el blanco mármol, furioso pero más roto.

Su niña era completamente diferente a cualquier dios. Su interior estaba mezclado, en el dos mundos completamente distintos intentaban coexistir llegando a ser un tanto fascinante, pero definitivamente muy destructivo. Conocía en carne propia ese sentir; la asfixia y el descabellado deseo. La desesperación de no poder controlarte, el miedo y el no poder huir porque eso eres tú, porque eso forma parte de ti. Tan mortal como complaciente. 

— ¡¡No puedes hacerle eso, es nuestra hija!! — suplicó en un hilo de voz. — La vas a lastimar tanto que no podrás recuperarla. No conoces la magnitud de lo que la conforma. Sé que crees que esto es lo bueno para todos, pero no sabes con que tratas.— densas lágrimas mezcladas con el espeso líquido negro, rodaban por sus mejillas.

Conocía cómo se sentía, pero al tener dos partes en su interior, todo era infinitamente más complicado. Sus dos facetas estaban pre dispuestas a luchar entre ellas hasta que una venciera.

— No dudes de tu propia hija, es nuestra solución, la dadora de paz y orden. — exclamó con seguridad Eliana, aquello enfureció más al dios.

¿Cómo?

— ¡¿Tú lo sabes todo?! — después de eso no pudo decir más al respecto. La cadena lo envolvió a y la diosa de sol dejó la llama sobre esta, la cual se extendió por ella, cambiando su color a un azul blanquecino. De nuevo era aprisionado.

El piso tembló y un estruendo del mismo rompiéndose, hizo temblar a Ciaran.

— No no no no no no — murmuró como un mantra temeroso mientras forcejear con la cadena. — ¡¡Ayla!! — la llamo buscando ayuda, aún si sabía dentro de si que ella ya no era la mujer que lo había ayudado.

Varios gritos y gruñidos retumbaron por el lugar, pronto brazos y garras salían por la grieta abierta, listos para reclamar al dios.

Automáticamente todos los presentes retrocedieron, quedando solamente Eliana al frente, segundos después emergieron tres enormes seres deformes, quienes le dedicaron una mirada hambrienta y tétrica a la diosa antes de dirigirse hacia Ciaran.

Quizás el poder de ella ya no era suficiente con todas las bestias en conjunto, pero no dejaba de surtir efecto sobre una cantidad menor.

El dios finalmente dejó de forcejear y gritar cuando sintió a las criaturas sobre si. Ya no había escapatoria. Ya estaba abierta la puerta, sus hijos ya estaban ahí.

Ahora volvería al lugar donde el dios de oscuridad había pasado tanto tiempo, de donde había salido. Un lugar donde no era más que otra bestia, en toda la extensión de la palabra.

Eliana como la única capaz de no salir dañada, agarró a Ciaran de la cadena con fuerza y se lo entregó a la bestia más grande.

— Mantiene sobre si la orden de continuar con su deber, como fue dictado por el destino. — le comunicó.

Ella no mostraba ni una pizca de titubeo, siempre se había caracterizado por ser realmente determinada, y al conocer el plan casi por completo, estaba genuinamente segura de que esto era lo mejor. Por su parte, la diosa de hielo comenzaba a sentirse realmente mal, a tal punto que su determinada expresión se había disipado, dejando un semblante tembloroso lleno de miedo y dolor.

— Perdóname. — su voz quebrantada no disminuyó la mirada de la ira y desprecio que le dedicó su pareja. — Yo sé que esto funcionará, créeme. — Sin mas se alejó sin poder mirar lo que seguía. Ella había ayudado a sacarlo de ahí y ahora había hecho que volviera a su infierno.

Ese sentimiento amargo y gélido se extendía por su cuerpo haciéndola ver débil y insignificante. Era su esposo, el ser que más amaba, el padre de su hija, pero era lo que se tenía que hacer.

— Antes de qué hagan esto, necesito saber que es la principal idea que claramente tienes. — la mirada de Aileen se posaba en Ciaran con cierta duda. Aquel apretaba la mandíbula impotente, solamente soltando lagrimas amargas.

— La mandaré a la tierra —

Alma Envenenada Where stories live. Discover now