1

7.8K 307 74
                                    




Ailana:

Espesa negrura, tan dulce y acogedora, pero desdichadamente solo momentánea.

Otra vez fracase.

Vuelvo a estar consciente.

El familiar aroma a medicamentos y desinfectantes se cuela por mi nariz, mi estomago da un vuelco y tengo la sensación de necesitar escupir. Los parpados me pesan demasiado, no siento el cuerpo.

¿Un sedante más potente? Algo nuevo sin dudas. Ni siquiera puedo musitar palabra, apenas puedo mover los dedos de la mano.

– No lo intente señorita, es mejor que descanse por el momento, en unas horas el efecto disminuirá y las heridas que se provoco se volverán evidentes para usted. – la voz de Eliodoro se hace presente, el  medico personal de la "maravillosa" familia real.

¿Por qué no simplemente me permiten lo que tanto he luchado por conseguir? ¿Cuánto tiempo más es necesario?

Sería una vergüenza para su majestad que su única hija se suicide.

Su única heredera.

Mis amargas compañeras hablan, y quisiera refutarles, pero es completamente verdad. La única razón por la cual me ha mantenido con vida, es su egoísmo, su reputación y su posición.

Y quisiera juzgarla, peor mi cuerpo apenas tiene energía y no tardo en caer en la negrura de nuevo, la cual sin duda me recibe con los brazos abiertos.

Y quisiera juzgarla, peor mi cuerpo apenas tiene energía y no tardo en caer en la negrura de nuevo, la cual sin duda me recibe con los brazos abiertos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Esta vez, cuando despierto, no es por voluntad propia. Comienzo a sentirlo, entre medio del sueño, el dolor agudo se va colando.

Mis ojos se abren de par a par y doy una respiración de sorpresa, automáticamente me arrepiento. Mis cotillas crujen amenazando con derrumbarse en cualquier momento.

— Mierda. —

Son las secuelas. Las merecidas secuelas.

Intento moverme para encontrar una posición donde el martirio disminuya aunque sea un poco, pero no da resultado, por lo cual desisto rápidamente. Cada miembro locomotor arde desde adentro, cada herida escuece infernal. Y por extraño que sea, me da lo mismo, fuera del dolor, no hay ni un solo pedazo de mi que se preocupe por lo que me he echo.

Ni siquiera tengo que evocar muchos recuerdos, he estado más cerca de la muerte que esto. Siempre es lo mismo, en cuanto la negrura consume mi conciencia, todo deja funcionar correctamente, hace un fallo dejándome sin sentidos, solo sintiendo como mi corazón se ralentiza. Caigo en una poso oscuro, pacifico e inquietante por partes iguales.

Alma Envenenada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora