Agonía

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No tardaron en conciliar el sueño, todas las partes de sus cuerpos se los pedían a gritos. Necesitaban descansar y, aunque fuera por sólo unas horas, olvidar la pena que estrangulaba sus sesos.

Los tres dormían en la misma habitación con las camas muy juntas. No hablaron demasiado antes de caer rendidos por el cansancio. Sus respiraciones lentas y acompasadas eran lo único que se oía, al fin podían dormir en paz.

El alba ya arreciaba por los jardines del castillo, el rocío matinal cubría el césped perlándolo con diminutas gotas de agua y el sol se reflejaba en ellas dando comienzo a un nuevo día. La guerra había terminado por fin. Él no se movió ni un centímetro en toda la noche. Pensaba sin cesar en Voldemort. Finalmente había sido derrotado y desaparecido de la faz de la Tierra para siempre. Todavía le parecía increíble. Más de la mitad de su vida la pasó al pendiente de él, al servicio de él. Le repugnaba recordar todas las veces en las que estuvo en su presencia teniendo que simular absoluto sometimiento. Su única razón de vivir había sido ese motivo: Voldemort. El asesino de Lily. Nunca había odiado tanto a alguien como a ese endiablado ser. Claro que sentía miedo cada vez que se inmiscuía en las reuniones secretas que sostenían los mortífagos, y el oscuro mago lo escrutaba mirándolo con sus hosrribles ojos de reptil. Pero el odio siempre pudo más que el miedo. Si no hubiera sido un experto en la Oclumancia, lo habrían descubierto de inmediato. No obstante, él, como siempre, llevó a cabo su misión a la perfección.

Cuán agotadoras habían sido todas esas reuniones con Dumbledore. Ya había perdido la cuenta de las cosas que tuvo que hacer por él. La sorpresa al saber que el chico debía morir fue tan grande y lo tomó tan desprevenido, que no pudo reprimir su conmoción. El anciano profesor claro que se dio cuenta. Después de todo ese tiempo, él seguía amando a la madre de Harry Potter, el mediocre y revoltoso muchacho que tantos problemas le había ocasionado; y claro que se había encariñado con el niño. Cómo no iba a hacerlo, si cada vez que lo veía a los ojos sentía que estaba observando los de Lily, era lo único que le quedaba de ella. También era otra de sus razones para detestar el cariño. Le dolió muchísimo saber que Potter debía morir después de todo lo que le había costado protegerlo. Pero vivió, al igual que él. Por algún extraño motivo, el destino no los dejaba morir a ni uno de los dos aun estando siempre tan cerca de la muerte. "Estúpido, Potter", el chico siempre gozó de una suerte insólita. Siempre lo lograba.

Suspiró cansado, tenía los músculos agarrotados por el dolor y el cansancio. Finalmente se movió y se dirigió a las escaleras con decisión, sabía que tenía que hacerlo tarde o temprano... pero es que Albus era siempre tan irritante.

*****

Abrió lentamente los ojos, sintió el cuerpo resentido por el esfuerzo. Apenas los abrió para percatarse que empezaba a amanecer aunque aún no aclaraba del todo. Los ronquidos a su lado le confirmaron que Ron aún dormía. Surcos de lágrimas manchaban sus mejillas. Miró la otra cama y la encontró vacía, Harry se había levantado muy temprano.

Se incorporó poco a poco, respetando el dolor que la aquejaba. Se sentó en la cama y miró largamente por la ventana los jardines de Hogwarts cubiertos por los destrozos de la batalla. Se preguntó si ya se habrían llevado los cuerpos de sus amigos, y volvió a encogérsele el pecho. No pudo evitar soltar algunas lágrimas mientras se tapaba la cara. La tristeza era algo con lo que ella no podía batallar. Logró tranquilizarse luego de unos minutos y se levantó pesadamente, y sin hacer ruido para no despertar a Ron, salió de la habitación al encuentro de su amigo.

Mientras caminaba por los derruidos pasillos de piedra que alguna vez la habían hecho sentir tan feliz, pudo ser consciente por primera vez de la magnitud de la guerra. Se sintió feliz... y egoísta. ¿Pero qué tenía de malo? Había logrado salir viva de eso. A su paso seguía observando la destrucción, el castillo prácticamente se había caído a pedazos, en el suelo rastros de sangre, barro y escombros la estremecían. Durante la pelea no tuvo tiempo de reparar en todo aquello, y ahora que reinaba la tranquilidad, un vacío muy grande también se apoderaba de su ser. No se sintió mejor cuando bajaba los escalones hacia el Gran Salón, la verdad no quería volver ahí y encontrar a todos los heridos y muertos ni escuchar más lamentos ni llantos. "Qué egoísta...", pensaba mirando al suelo en tanto sus pies avanzaban por voluntad propia.

SentirWhere stories live. Discover now