Capítulo 3 (Ignis )

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 <<Es una tontería Amoria, a quien se le ocurre pensar eso>> le respondía Antínoo a su sirviente mientras preparaba el pan con algunas especias del campo sobre la cama de Antínoo. <<Debe tener un regalo para Cervero, sino no puede cruzar de vuelta el río Estigia>> respondió Amoria quien creía fiel mente en que Perséfone la reina del inframundo había indultado alguna vez a su abuelo habiendo muerto en manos de un comerciante ladrón que le atravesó la espada en el pecho. 

En Roma, al morir, quien fue un creyente devoto y fiel a los dioses es escoltado al inframundo, Allí todos los que han fallecido recientemente se encuentran con Caronte, el barquero. A él se le tiene que dar una moneda, un obolus (aunque un aureus, según algunas creencias, te proporcionaría un mejor asiento en su bote), que previamente se debía haber introducido en la boca del difunto. Este pago no es tan representativo del dinero, cuanto de la relación entre el dios y el hombre, reconociendo tus deberes hacia los dioses y su guía y protección. En la otra orilla del río Estigia, el muerto se encontrará con Cerbero, un perro de tres cabezas que pertenece al Padre Dis, dios del ultramundo. Cerbero será amistoso; él no lo es tan sólo cuando alguien trata de salir del ultramundo sin autorización. Tras ello te encontrarás ante tres jueces, Minos, Radamantos y Aeacus, quienes te preguntarán sobre tu vida. Después de que se la hayas relatado, te será dada el agua del rio Leta, el río del olvido y uno de los cinco ríos del ultramundo. Ésta agua te hace olvidar tu vida pasada. Después serás enviado a los campos Elisios (una versión del paraíso) si has sido un guerrero o un héroe; la llanura de Asfodel si has sido un buen ciudadano, donde continuarás llevando una buena vida como una sombra; o, si has ofendido a los dioses, al Tártaro, donde serás castigado por las Furias hasta que tu deuda con la sociedad se haya pagado (no hay una "condena eterna" en el ultramundo romano, aunque se puede estar mucho tiempo, dependiendo del crimen que se haya cometido). El castigo depende del crimen.

De repente, y como parecía volverse costumbre en Capua, un gran alboroto, comenzó a sentirse por el palacio. Al asomarse a la ventana de su torre, Antínoo logró ver que las puertas de las fortalezas se comenzaban a abrir y con sigo venían unos hombres trayendo consigo una caña de bambú con un bulto sobre ella, estaba tapado con una capa de tela. Una mano se resbala y se deja ver bajo la tela. Fue allí donde Antínoo realizó que aquella mano, pálida y sin vida no podía ser otra que la mano de Adriano. Al parecer Celime (su esposa) ya tenía conocimiento de la muerte de Adriano, pues esperaba que pusieran a sus pies el cadáver de su fallecido Esposo. Al destapar lo, no había rastro de heridas, se veía algo moreteado, y maltratado pero no herido, mientras las mujeres del templo rendían tributo. Los soldados empezaron a juntar los leños, y justo allí en la plaza fuera del palacio Celime limpió el cuerpo de Adriano, con paciencia y sin apurarse. Mientras se oían los cánticos y el batallón permanecía silencioso y cabizbajo. Antínoo aún no entendía lo que había pasado. Sí, definitivamente Adriano estaba muerto. Pero ¿cómo? y y ¿Dónde estaban los hombres que habían ido tras él?, por supuesto supuso que todo era obra de Agrón quien más que nadie estaba ansioso por Matar a Adriano. Increíblemente el hombre que lo compró como esclavo y se enamoró perdidamente de sus tibios pómulos, de sus dorados cabellos que tantas veces lo hizo suyo a pesar de su voluntad... ahora estaba muerto. Muerto a manos de rebeldes del imperio. 

Levantaron el cuerpo y lo pusieron sobre los leños mientras Elisius y Odacro, sus más fieles generales desde cada extremo prendieron fuego a la madera. En poco tiempo el aire se impregnó de un hediondo hedor a carne descompuesta quemando se mientras se veía como convulsionaba el cuerpo entre las llamas como una vela que se derrite en el fuego, así la esencia de Adriano se extinguió en el mundo; Esto, por supuesto no era beneficioso en lo absoluto para Antínoo, pues a pesar de ser el juguete sexual de Adriano, era el preferido de intocable. Ahora sin su protección Celime podría fácilmente mandar a apuñalarlo mientras duerme, o sufrir de peores torturas y abusos por parte de Elisus que seguramente sacaría provecho de esto. Allí abajo como si Celime hubiese leído la mente de Antinoo, miró hacia la torre y le vio en la ventana. Era su momento para librar la humillación de parte de él alimentada por la envidia. 

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⏰ Last updated: Jul 30, 2016 ⏰

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El amante de Agrón. Where stories live. Discover now