Capítulo dos. Una corazonada letal.

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2. Corazonada letal.

  — No me lo puedo creer — se quejó Hermione mientras los tres amigos se dirigían a su sitio de siempre del Gran Comedor — . ¿Una nueva elección? ¡No es lógico! El sombrero nos puso allí porque no podíamos ir a otras casas. ¿Y sin Gryffindor? A mí me dejará fuera. 

  — En eso estoy de acuerdo contigo — dijo Ron.

— Al menos tú, Ron, estarás en la misma casa que tus hermanos. Eso es obvio. Después, ¿a Harry? El sombrero tuvo dudas el primer año entre ponerte en esta casa o en Slytherin. Ya está claro dónde estarás.

 A Harry se le paró el corazón durante un brevísimo instante. No había pensado en esa posibilidad. Era muy probable que le metieran en esa casa, pues Hermione tenía razón. No. No podía ser. Preferiría estar en Ravenclaw, en Hufflepuff o, incluso, en Gryffindor, sin seguridad alguna.

Lentamente, giró la cabeza por encima de su hombro y echó una ojeada a la mesa de Slytherin. Vio a Draco Malfoy venir, por supuesto, escoltado por sus dos horribles amigos. Riéndose de alguien, seguramente. Vio a otras personas, con pinta de ser orgullosas y superficiales, venir por al lado contrario y sentarse. Poco a poco se llenaba.

Entonces Malfoy giró la cabeza hacia Harry aún riéndose de la broma anterior y, en cuanto se dio cuenta de que le miraba, dejó de reír.

El chico giró de nuevo la cabeza hasta posar sus ojos en sus amigos y tragó saliva con dificultad.

  — No puedo ir a Slytherin — murmuró con un hilo de voz— . No puedo. 

  — Pues claro que no, Harry — Ron echó una mirada de asco a la mesa de la casa en cuestión— . No te preocupes. El sombrero elegirá bien. 

  — Eso espero.

Se retorcía las manos nervioso y se imaginaba su vida en Hogwarts en aquella casa. No iba a sobrevivir. ¿Qué pasaría si, en medio de la noche, Malfoy le atacaba y acababa asesinado a la mañana siguiente? Además, estaba seguro de que su padre le había enseñado varios hechizos oscuros que nadie querría ser víctima. Por ejemplo, el maleficio Cruciatus. Un escalofrío le subió por la columna sólo de pensarlo.

 Dirigió su mirada hacia la puerta. Una cabellera roja se asomó por ella un tanto indecisa, y se le formó a Harry una sonrisa en los labios al averiguar quién era. Ginny Weasley.

  — ¡Hey, Ginny! — exclamó Ron agitando la mano en el aire para captar su atención. Cuando lo hizo, ella se dirigió corriendo hacia ellos y en cuestión de segundos les alcanzó.

  — ¡Hola! — saludó con una sonrisa radiante mirando a Harry. Su voz sonaba jadeante de la carrera que se había hecho.

— Hola — contestó el chico— . ¿Te has enterado de lo de Gryffindor?

 Ella suspiró y se sentó a su lado.

  — Sí. Qué pena, ¿no? La verdad es que yo entiendo a la señora gorda. ¿Os imagináis estar todo los días de tu existencia abriendo y cerrando puertas? Sería aburrido.

  — Sinceramente — empezó a decir Hermione— , no lo había visto desde la perspectiva de la señora gor... 

  — Vaya, vaya, vaya — dijo una voz por detrás de Harry, interrumpiendo a Hermione. Una voz fría que arrastraba las sílabas, que desearía no conocer. Draco Malfoy—. ¿A quién tenemos aquí?

  — Piérdete — soltó Ron.

 El rubio rió ante su comentario.

  — Tú te callas, zanahoria. No he venido para hablar contigo.

— Entonces, ¿con quién has venido a hablar? — dijo Hermione en lugar de Ron.

  — Oh, Dios — se quejó Draco haciendo una mueca de desagrado— . Y ahora me habla la sangre-sucia. ¿Por qué tanta tortura? 

Harry apretó la mandíbula. Draco era incapaz de hablar civilizadamente y sin insultar a nadie. Esperó que Ron también se controlara. Este momento era el menos indicado para montar un espectáculo. Faltaban escasos cinco minutos para la reelección.

  — Por favor, vete — dijo Harry cauteloso de no hacer estallar la bomba— . Aquí eres todo menos bienvenido.

  — Muchas gracias, Potter — dijo con las risas de Crabble y Goyle de fondo— . Me ha servido de mucha ayuda tu comentario.

  — En serio, Malfoy. Nadie quiere problemas.

Entonces soltó una carcajada, se acercó a Harry y le cogió del cuello de la camisa, levantándolo y pegando su cara a la suya.

  — Como acabes en mi casa, Potter — amenazó— , juro que no volverás el año que viene. Juro que pasarás el peor año de tu corta existencia — dicho eso, le soltó de golpe y se fue de allí pavoneándose. 

 El joven cayó sobre el asiento y soltó un gemido ahogado. Ese chico quería guerra. Estaba más claro que el agua.

Mi Peor Enemigo || Drarry || TERMINADA y EDITADAWhere stories live. Discover now