Capítulo treinta y tres. Algunas respuestas.

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33. Algunas respuestas.

  —Respóndeme a una pregunta, Draco —dijo Harry rompiendo el silencio. Los dos se encontraban sobre la nieve, que casualmente se encontraba cálida para el tacto de los dos chicos, abrazándose y dándose calor corporal el uno al otro. Harry no recordaba alguna escena de su vida que le hiciera tan feliz como aquella, tan lleno, tan vivo. Draco le miró, expectante—. ¿Por qué demonios ninguna serpiente me gasta ninguna broma? Ya sé que suena estúpido —añadió rápidamente al ver que abría la boca para bromear—, pero no lo entiendo. Nadie saca partido... al Juramento Inquebrantable. Y no me digas que no es raro.

El rubio suspiró.

  —Mira que eres tonto, Harry. —El aludido frunció el ceño, dolido. Se incorporó para poder mirarle mejor —. No sabes atar cabos. No tienes ni idea de asimilar las ideas que te prepara la vida y juntarlas...

  —¿Puedes dejar de insultarme y responder a mi pregunta? —Le dio un pequeño empujón que sacó una carcajada al rubio, y otra por parte del pelinegro—. Estoy cansado de tus bromas.

  —No puedes negar que te gustan —con el rastro de sonrisa de antes, devolvió el empujón a Harry y este se cayó de lado a la nieve. 

Soltó un grito de frustración, se revolvió y consiguió sentarse de nuevo.

 —Respóndeme a la pregunta —rogó quitándose algunos copos de nieve del pelo, revolviéndolo más aún.

Draco, por alguna razón, se mordió el labio inferior y se quedó mirándole unos instantes.

  —Está bien. —se acercó de nuevo a Harry y rodeó sus hombros con un brazo —. Supongo que tengo más autoridad sobre ellos de lo que imaginaba.

—Déjate de rodeos. Ve al grano —intentó mostrarse enfadado, pero no pudo reprimir la sonrisa que le sacó su abrazo.

—Se lo dije yo. Bueno, más bien les obligué a que te dejaran en paz, diciéndoles tonterías que ellos se creyeron: sólo eras mi diversión, así que sólo yo puedo hacerte quedar en ridículo delante de todo Hogwarts... ya sabes, lo normal. 

—Cosas que hace todo el mundo... — murmuró Harry por lo bajo. Draco pareció no oírlo.

—...Me hicieron caso y te ignoraron mientras, claro, yo averiguaba cosas sobre pociones de amor y esas tonterías — siguió diciendo—. Perdóname, Harry, era un completo imbécil. Estaba ciego. 

  —No te preocupes. Yo tampoco me di cuenta de nada hasta que me besaste —se ruborizó, pero se dijo que era el frío.

—¡Me había enamorado de ti! — exclamó de repente, y rodeó las mejillas de Harry con sus manos pálidas y cálidas—. Creí que me habías echado un filtro de amor en mi zumo de naranja.

  —Yo... yo también me había enamorado de ti —balbuceó Harry con un terrible cosquilleo en sus mejillas—. Lo confundí con odio, no sé. También me convencí de que era uno de los efectos secundarios del Juramento Inquebrantable. Empatizas con quien te lo había hecho y esas cosas.

  —Oh, Harry —gimió Draco—. Qué tierno eres, por Merlín.

Acercaron sus cabezas pero, cuando sus labios se rozaban, un grito ahogado proveniente de la zona donde estaban Hermione y Ron los hicieron separarse, con la guardia alta. Intercambiaron miradas, con el rostro desencajado de la preocupación.

Algo muy importante debería de haber sucedido para que Ron y Hermione hubieran cesado de manosearse.

Mi Peor Enemigo || Drarry || TERMINADA y EDITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora