Capítulo catorce. Búsqueda y captura.

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14. Búsqueda y captura.

Pasaron las horas, que se convirtieron en días y, los días, en semanas. En un suspiro dos semanas pasaron volando, dándole la bienvenida al mal llegado otoño. Las hojas de los árboles se cayeron, en su gran mayoría, y un frío glacial, aunque seco, se apoderó de todo Hogwarts. Gracias a las velas nadie se congelaba, pero aún así, los alumnos debían ponerse varias capas de ropa encima para estar a gusto en esos días.

Los entrenamientos de quidditch eran una tortura, pues el frío cortaba la piel a Harry y sus gafas se empañaban. La peor clase de todas era la de Pociones, con Snape, que tenían lugar en las mazmorras. Allí, las velas no parecían hacer mucho, porque todo el calor que emanaban parecía que era absorbido por las paredes, y les privaba a los alumnos entrar en calor. Después de esa clase, la peor era Defensa Contra las Artes Oscuras, con la profesora Umbridge impartiéndola. En cada clase, al empezar, miraba con aquella cara de sapo a Harry, y el chico estaba convencido que hacía una pequeña mueca de asco cada vez que pasaba. Harry cayó en la cuenta de que con ello le advertía de no perder los papeles con ella, o el castigo sería peor que los que ya llevaba.

Él, en esa clase, se limitaba a poner toda su concentración en hacer garabatos en un pergamino. Al final, Hermione le pasaba sus apuntes para que lo copiara, y así iba al día con esa materia. 

Los únicos que parecían estar pasándoselo bien eran Pansy Parkinson y Draco Malfoy, con sus risas, bromas, besos y cariños. Y eso a Harry le ponía de los nervios, no sabía por qué. Pero le daba la sensación de que intensificaban las muestras de cariño cuando Harry pasaba por delante.

  — Y mis dos mansiones en Francia cuentan con ocho habitaciones, dos de las cuales son mías... — iba diciendo Malfoy una vez que pasaba Harry, entre beso y beso con la chica.

Él apretaba los puños y se iba de allí casi corriendo.

  También había que tener en cuenta el juramento Inquebrantable, para decepción de Harry. Pero ya llevaba interiorizado el movimiento de cabeza que debía de hacer cada vez que veía a un Slytherin por allí cerca. 

  — Hola, Potter — le saludó una vez Parkinson cuando Harry se olvidó de no mirarla. Este la ignoró y siguió su recorrido hacia la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. 

Un día, cuando ya las decoraciones de Halloween estaban empezando a ponerse en el Gran Comedor, Harry bajó a desayunar con Ron y Hermione. Se sentaron en sus respectivos asientos y empezaron a engullir con hambre la comida que alcanzaban.

  — Hoy tenemos otra reunión de prefectos, de nuevo — gruñó Ron cuando tragó con dificultad el gran trozo de tostada que se había llevado a la boca—. Ojalá pudiera dimitir.

— No digas tonterías — replicó Hermione—. Debes ser responsable.

  — Pues claro, ya lo sé, pero a veces me gustaría quedarme desayunando en vez de ver las caras de  todos los niñatos de las otras casas.

  — Si ellos son niñatos no me quiero imaginar lo que serías tú. 

  — ¡Eh, que he crecido quince centímetros desde el año pasado! Pero, ¿los demás? Se han quedado en el metro y cincuenta... 

  — No hables así, Ron.

Y siguieron discutiendo, de nuevo. Harry cogió los cereales de avena y empezó a comer. Sus amigos nunca iban a estar de acuerdo, eso ya lo había aprendido tras cinco años de estar en su compañía, así que no valía la pena decir nada. Al cabo de unos minutos, Hermione cortó a Ron diciéndole que llegaban tarde a la reunión, y así es como dejaron a Harry solo, de nuevo, por tercera vez en ese curso.

  — Hola, Potter — dijo una voz a su espalda. Él no se dio la vuelta, y Pansy Parkinson acabó dirigiéndose a la mesa de Slytherin de nuevo, soltando una risita.

Harry se levantó unos segundos después y repasó mentalmente el horario que le tocaba aquel día. Primero, dos horas de Pociones con los de Slytherin. Después, Herbología... Sus pensamientos se interrumpieron al ver a Malfoy. El rubio se dirigió a la salida y de nuevo giró a la derecha, tal y como hizo dos semanas antes. Y Harry no perdió la oportunidad de averiguar qué se estaba cociendo.

¿Malfoy se estaría despistando? Debería estar en la reunión, con Ron, Hermione y el resto de casas. ¿O estaría tramando algo, de nuevo?

Corrió detrás de él. No iba a permitir que se le escapara por segunda vez. Salió del Gran Comedor a toda pastilla, y le vio bajar las escaleras y perderse de vista. Bajó de tres en tres las escaleras, y en un momento temió resbalarse y rodar escaleras abajo. Miró a ambos lados, pero no le vio. ¡Se le había vuelto a escurrir entre los dedos!

Harry agudizó el oído, intentando escuchar algo más allá de los murmullos de la planta superior. Escuchó algo a su izquierda y, ni tan siquiera dudarlo, echó a correr por allí. Durante un par de minutos se fue rindiendo poco a poco, sabiendo que nunca iba a encontrar a Malfoy, pero de repente Harry se paró de golpe. ¿Que había sido eso? Se paró a escuchar.

Alguien gimoteaba. Harry miró la puerta que quedaba a su derecha, convencido de que el sonido procedía de allí. ¿Quién era? ¿Malfoy? Se dirigió a la puerta y pegó la oreja a la madera robusta.

Alguien sollozaba. Y Harry sabía con certeza que el que lloraba era Malfoy.

Mi Peor Enemigo || Drarry || TERMINADA y EDITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora