5. Malas noticias, L.

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5. Malas noticias, L.

—Te echo mucho de menos, cariño. Esta semana ha sido horrible sin ti. — Dijo Chuck atreves de la pantalla del ordenador.

No supe que contestar. Llevaba una semana allí, y no había pensado ni un solo minuto en Chuck, quien lucía asombroso a través de la pantalla del ordenador.

Suspiré profundamente. No era mi culpa que aquella hubiera sido la semana más extraña de mi vida, tratando de adaptarme a mi nuevo ''hogar'' para el resto del trimestre, evitando a Elizabeth y escuchando las historietas y cotilleos diarios de Robert.

—Yo también cariño. — Mentí mientras trataba de esbozar una sonrisita cálida. Esperaba que Chuck no lo note, pero me conocía demasiado bien.

Chuck y yo llevábamos desde primaria juntos. Era mi mejor amigo, y un día a la hora de la siesta, mientras todos los demás dormían me había pedido ser mi novio. ¿Y por qué no? Yo acepté ilusionada, y compartirnos las galletas. ¿Qué más quería una chica de seis años?

Vale, que no habíamos salido literalmente desde aquella. La relación se había formalizado con el paso del tiempo.

Pero el problema era que ahora las cosas no se basaban en compartir galletas. Las cosas se estaban poniendo serias, y yo no tenía claro hasta que nivel de seriedad quería avanzar, aunque nuestros padres parecían tenerlo muy claro. Chuck, por orden de su madre ya que no podía creerme que ningún adolescente de diecisiete años pueda pensar en algo como eso, había pedido el anillo de la familia y me lo iba a regalar a mí.

¿Estábamos locos?

Pensar en estar comprometida con tan solo dieseis años hacía que quisiera suicidarme. Y gracias a dios, aquel internado me había librado de tomar la decisión más difícil de mi vida.

Quiero a Chuck, es un chico amable y muy gentil, mi mejor amigo, pero no siento esa chispa. Necesito algo de atracción, algo de fuerza y emoción. No quiero vivir mi adolescencia pensando en convertirme en la señora Prislow. Obviamente el sueño de mi adolescencia no es convertirme en una versión de mi madre en miniatura, aunque a mi madre le hiciera ilusión.

La semana había sido demasiado intensa cómo para pensar en Nueva York, gracias a dios. Por primera vez mi vida era un caos, y yo estaba totalmente orgullosa de que lo fuera.

Después de echarme todo el yogurt por encima y subirlo a internet, parecía más tranquila. Ian le había echado la bronca, y habían discutido, según ella por mi culpa, por lo que ahora me odiaba todavía más, y cómo me había dejado claro varías veces la venganza sería terrible.

La puerta de la habitación se abrió y unos Ian y Jack entraron en la habitación con un aspecto bastante lamentable. Los entrenamientos de Lacrosse les dejaban muertos y llenos de moratones. Los dos estaban literalmente cubiertos de barro, debido a las lluvias torrenciales de la semana pasada que habían dejado el campo de lacrosse convertido en un verdadero barrizal. Pero cómo Robert me había contado, este año el equipo de lacrosse tenía que ponerse las pilas para mejorar la temporada pasada, y eso significaba intensificar los entrenamientos, aún más.

—Cariño, tengo que dejarte. Te quiero, hablamos otro día. — Sin ni siquiera esperar la respuesta de Chuck, cerré la pantalla de mi portátil de un manotazo. No quería que Chuck supiera eso de que compartía habitación con otros dos chicos. No es que fuese celoso, pero si el asunto de marcharme a un internado ya le había preocupado, el detalle de compartir habitación con dos varones, e habría dejado aún más intranquilo. Y no me apetecía que él también metiera baza en el asunto ni que se presentara allí sin avisar.

—Pensaba que no vendríais hasta las dos. —Contesté rápidamente antes de que a ninguno se les ocurriera hacer cualquier chiste o comentario sobre lo que acababan de escuchar.

Jo no es nombre de chico(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora