Había una vez, yo.

19 2 1
                                    

Había una vez una chica que era terrible en las relaciones sociales, que no sabía conectar sus palabras con sus pensamientos, y mucho menos como expresarse. Que de día soportaba un constante nudo en la garganta, y de noche se ahogaba en lágrimas y pedía auxilio en silencio. Que se escondía entre risas y sonrisas.

No soy primera ni la última que mienta sobre sus verdaderos sentimientos, porque sé que si a alguien realmente le importara no se conformaría con un simple bien, con una simple sonrisa. Todos estamos demasiado metidos dentro de nuestros propios dolores como para interesarnos por los ajenos; es un pensamiento egoísta, pero es la verdad. El mundo es egoísta, aunque solo unos pocos son lo suficientemente sinceros como para aceptarlo.

¿Qué sería de mí si no pudiera escribir? A veces me gustaría poder hablar de muchas cosas con alguien, pero aunque mis pensamientos son muchos mis palabras son pocas. Nunca he sido buena diciendo lo que pienso. Normalmente termino asistiendo, negando o simplemente evitando responder. Tal vez es porque las pocas veces que he dicho lo que pienso he llevado las de perder, o se han burlado de mí. No he tenido buena experiencia con eso, y soy una cobarde que no quiere volver a intentarlo.

No sé si este es un mundo de mierda, o si yo me he concentrado en que lo sea. No es posible que todo esté tan mal ¿cierto? El primero que haya dicho que la vida era una montaña rusa no podía estar más en lo cierto. La diferencia es que en las montañas rusas lo normal sería disfrutar de la caída, y la verdad yo no estoy disfrutando demasiado.

Ciertamente no todo está tan mal, lo sé. Pero a veces pareciera que el dolor es mayor que la felicidad. Quiero concentrarme en mis logros, pero pareciera que por cada cosa buena que me pasa, algo malo viene a hacerle compañía.

En todo esto, me di cuenta de un gran defecto que tengo: suelo aferrarme a las personas. Si alguien se va, me aferro a otra. Es como si quisiera tapar un vacío con otra persona. Pero la verdad es que en vez de tapar vacios, hago más huecos. Y luego resulta que mientras más me aferro de las personas, más se alejan. Es como si sintieran el peso en sus hombros, el peso de mi soledad, y luego se dieran cuenta que no pueden soportarlo. Tal vez yo misma los alejo, tal vez soy yo misma la que me hago el daño.

Y entonces aprendí que debo dejar de ser mi peor enemiga, y empezar a ser mi propia mejor amiga. Debo dejar de hacer caso a esa voz que me dice que haga lo que quiero, aunque esté mal. Y definitivamente debo dejar de creer que son los demás lo que me van a hacer felices.

Las personas van y vienen. Entrarán y saldrán de mi vida. Pero espero siempre estar aquí para mí, porque al fin y al cabo, soy la única que siempre estuvo y siempre estará a mi lado. La única que no me va a dejar.

Mente Anormal.Where stories live. Discover now