CAPÍTULO 11- NO ESTÁ HECHA LA MIEL PARA LA BOCA DEL BURRO

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- ¡No podemos ser tan inconscientes! Al más mínimo error estamos muertos, no se si lo entiendes- Adam estaba sentado en la cama junto a su cómplice humano, bufando de frustración y peinando su largo cabello hacia atrás con su mano.

- Solo digo que si se nos acaba el tiempo, al menos podemos probar suerte. Cuando no haya nada que perder podríamos ir a una de las casas y ver si acertamos y...- Adam rugió enfadado mientras el angustiado chico trataba de explicarse su último plan, un recurso desesperado.

- Nunca me arriesgo, pienso antes de actuar así que por muy desesperado que este no haré eso- sentenció el vampiro dejando que sus oscuros ojos resplandeciesen con un brillo escarlata.

- ¡Pero habrá un momento en que ya no tengamos nada que perder! Si cuando llegue la luna llena aún no sabemos nada, entonces no quedará otra opción- admitió el pequeño mordiéndose el labio al darse cuenta de cuán crítica podía volverse su situación en menos de una semana.

- Siempre hay otra opción, eso es un maldito suicidio y yo jamás renunciaré a la vida. Además, no se porque dices que ''no tendremos nada que perder'', si yo la palmo tu seguirás con tu vida normal.- el vampiro rió con amargura, pero algo interrumpió su satírica burla.

El rostro del menor se ensombreció con pesar y apartó la cristalina mirada dando la sensación de ser un quebradizo muñeco de cristal.

Adam ni siquiera se había dado cuenta de lo que el chiquillo le había intentado decir con esas palabras y encima se burlaba sin caer en la cuenta de que, sin él, Dean ya no tendría nada.

Pero para Adam (eso se decía), Dean no era nada o no debería serlo.

Alguien picó al timbre interrumpiendo la extraña discusión y Adam identificó a alguien que, al igual que Dean, olía a jovencito y a licántropo, aunque sin ese toque especial que hacía que el pequeño fuese tan apetecible.

El menor ignoró su dolor y con una fingida calma bajó las escaleras para hallarse una puerta cerrada con llave, eso significaba que su padre había salido sin quiera despedirse. Quizás volviese en unos días, o quizás no volviese.

Si lo devoraban los lobos, mejor.

Abrió la puerta con un pesado suspiro y sus ojos recorrieron el césped de la calle, viendo unas viejas botas militares hasta elevarse frente a la familiar y amigable cara que le saludaba con una gentil sonrisa.

Reine no dijo nada, el rostro triste de su amigo fue lo único que necesitó para sobreentender que este le invitaba a abrazarlo y reconfortarlo con su cariño.

Tomó al menor en sus brazos sintiendo su exquisito aroma y los deseos de estampar su espalda contra la puerta y poseerlo le hicieron sentir un cosquilleo, aunque como siempre lo ignoró esperando que algún día fuese correspondido por su pequeño amigo.

- ¿Qué te pasa, peque?- preguntó el mayor haciendo un puchero para divertir exitosamente a su amigo.

Una mano le acarició la mejilla y la otra pasaba por su espalda haciendo más firme la cercanía entre ellos dos. Algo incómoda, pensó Dean.

- Solo he tenido un mal día, mala noche, lo que sea... Y encima yo y Adam no sabemos qué hacer con el tema de Mink. Joder, puta mierda- El chico solo se dejó abrazar por su amigo, apoyando su fino rostro sobre el gran hombro de Reine y mordiéndose el labio para no dejar salir ni una sola lágrima.

Había algo que no le había dicho a Reine, el más grande de todos sus motivos para llorar. Sabía que Adam o moriría, cosa que le horrorizaba pensar, o salvaría a su maestro y después se largaría, dejándolo tirado.

Inaceptable (gay) [En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora