8. La primera pista

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—¡Eso es, Hallie, despierta!— la muchacha escuchó una voz en la distancia y, en cuanto abrió los ojos, se encontró con otro par de ojos iguales a los suyos.

Todavía estaba en el lago y la batalla seguía desenvolviéndose a su alrededor. Se sentía un poco cansada, pero algo iba diferente. Podía sentir su energía volviendo hacia ella a una rapidez imposible de explicar, como si acabara de tomar una bebida energizante u otra de las pociones de Andrew. 

Es el agua del lago. Supuso Hallie al observar su propio cuerpo, el cual estaba completamente mojado luego de desmayarse. En ese momento comprendió a qué se refería Ethan cuando decía que estaría en su elemento. El agua del lago suponía una ventaja tanto para ella como para sus hermanos y, mientras estuvieran en ella, siempre se curarían más rápido que una persona normal.

—Toma— le dijo Lucila, quien parecía haber vuelto a recuperar la conciencia, y le entregó a Ourakan de vuelta antes de desenvainar una espada de su propio cinturón. Se la veía completamente compuesta y sus ojos habían tomado un brillo que Hallie ya había visto en la mirada de sus otros hermanos antes: el hambre por la batalla. Lucila la miró y sonrió antes de agregar:— Terminemos con esto de una vez, hermana.

Hallie asintió y, armándose de valor, salió del círculo de defensa que habían formado sus hermanos a su alrededor. Ellos comprendieron la señal de la Olímpica al instante, puesto que no tardaron en romperlo para moverse en distintas direcciones sobre el agua, todos ellos moviéndose con la misma gracia que ésta poseía, como si fueran una extensión de la misma.

La hija de Poseidón escuchó un alarido a sus espaldas y, sin detenerse, dio una vuelta sobre su eje y atravesó al Semionio con su tridente. Éste soltó un gruñido cuando Hallie llevó su tridente hacia el agua y usó su bota para empujar el cuerpo fuera de las afiladas puntas de Ourakan

La muchacha se movió sobre el agua una y otra vez acabando con todo monstruo que se acercara con una facilidad que no creía poseer. El tridente en sus manos era ligero y letal y parecía tener una conexión con su cabeza diciéndole exactamente hacia dónde moverse y en qué momento atacar a sus enemigos. 

Se sentía como una ola rompiendo rítmicamente contra la costa: constante, implacable, inevitable. Ninguna criatura era capaz de llegar a ella y dañarla, no ahora que por fin comprendía por qué había llegado hasta allí. Ahora que comprendía que ésta sensación de pertenencia era lo que había estado buscando durante toda su vida.

Con su seguridad también parecieron aflorar sus poderes ya que el agua del lago comenzó a elevarse en pequeñas gotitas, como una lluvia a la inversa, como si estuvieran desesperadas por seguir cualquier orden que Hallie pudiera darles.

La chica volvió a girar hacia otra sombra atacando por uno de sus costados y la atravesó de la misma forma que había hecho con todas las anteriores salvo que, ésta vez, el grito fue completamente humano.

El agua que había aflorado a su alrededor volvió a caer sobre el lago cuando los poderes de Hallie se apagaron. La chica no se había dado cuenta de que había soltado a Ourakan de la sorpresa y ahora este se encontraba parado verticalmente frente a ella, su extremo mortal clavado en el pecho de una figura que subía y bajaba su pecho con respiraciones dificultosas. 

—Por favor, ayúdame— lloró la figura caída y Hallie se dejó caer de rodillas sobre el agua, alarmada.

—Por Dios...Dioses, ¿Qué hice?— se alarmó la muchacha. 

La figura a sus pies lucía perfectamente humana. No llevaba una armadura como la de los demás semidioses pero tampoco tenía seis ojos, ni dientes amarillos, ni unas garras afiladas por manos. 

Agua: La Maldicion De Poseidón | 1° Saga ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora