1. Valijas voladoras y muchachos literalmente calientes.

18.1K 1.4K 181
                                    

En su sueño, Hallie y su madre se encontraban paradas justo al borde del agua. Aquel día habían estado hablando sobre Teseo y sus proezas y la muchacha se preguntó, no por primera vez, si algún día ella podría llegar a logar algo tan importante cómo los héroes de las anécdotas que su madre le compartía.

No había nadie más que ellas en la playa aquel día y a Hallie le resultó extraño: era un día soleado y fin de semana, el sitio debería haber estado completamente inundado de familias intentando disfrutar de un rato de calma pero no parecía ser el caso.

—Algún día, todo lo que ves allí será tuyole dijo su madre extendiendo sus brazos dramáticamente en dirección al océano. 

Hallie rió.

—La reina tiene hijos y sus hijos, nietos— le recordó— todos ellos tendrían que morir para que yo tuviera al menos una mínima posibilidad de gobernar.

Su madre la observó y Hallie no pudo interpretar la tensión en la sonrisa que le dió. 

—Claro, solo bromeaba— comentó y le dio un suave empujón que hizo que el pañuelo que llevaba en la cabeza se deslizara a un lado y saliera volando.

—¡Se perderá!— rió Hallie señalándolo.

—¡No de nuevo! gritó su madre en respuesta.

Ambas corrieron  a través de las olas sin importarles que no estaban vestidas para sumergirse en el mar. Dejaron que el agua las empapara, que las tumbara sobre las piedras del fondo y continuaron su persecución hasta que lograron capturarlo de vuelta, como si ese pañuelo perdiéndose fuera lo peor que podría pasarles y tuvieran que recuperarlo a toda costa. 

Cuando Hallie despertó, aún podía la risa de su madre. ¿Había muerto finalmente? No. Imposible. Estaba convencida de que una persona muerta no sería capaz de sentir el dolor que ella sentía en esos momentos. Se extendía desde su cabeza hasta las puntas de los dedos de sus pies y  se sentía como si una estampida de elefantes y otra de toros se hubieran turnado para pasarle por encima reiteradas veces. No había una sola parte de su cuerpo que no estuviera sumida en un dolor insoportable y la simple tarea de respirar era tan agonizante que estaba convencida de que cada intento de llevar un poco de aire a sus pulmones sería el último que daría.

Intentando calmarse, la muchacha inhaló y exhaló una y otra vez hasta que el dolor se hizo tolerable y fue recién entonces cuando hizo el esfuerzo de abrir los ojos. Tardó un momento en aclarar su vista pero no necesitó mucho tiempo para comprender dónde estaba: la enorme araña de oro y diamantes que colgaba del techo, las exquisitas pinturas bíblicas que decoraban el espacio alrededor, los detalles en los muros laminados en oro...

Era su propia habitación. Su habitación en el palacio.

Hallie cerró los ojos de nuevo y suspiró con frustración. ¿Su familia la había encontrado? ¿Cómo la habían encontrado? Quizás habían enviado guardias detrás de ella sin que lo supiera o tal vez alguien había encontrado su cuerpo inerte en la costa y había llamado a la policía.

—¿Ves? Te dije que traerla a su habitación era una buena idea para tranquilizarla— murmuró una voz femenina que Hallie no reconoció. Tenía un fuerte acento que no pudo distinguir del todo bien pero que, estaba segura, no pertenecía a nadie de su familia ni del personal del palacio.

Agua: La Maldicion De Poseidón | 1° Saga ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora