Capítulo 1

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El Gran Salón estaba hasta los topes. Por una vez, en lugar de ser el rey y la reina quienes ocuparan el lugar destacado, era Maxon. En una tarima estábamos sentados Maxon, Kriss y yo, frente a una mesa decorada. Lo primero que pensé era que nuestras posturas engañaban, ya que yo estaba a la derecha de Maxon. Siempre había pensado que estar a la derecha de alguien era algo bueno, una posición de honor. Pero hasta aquel momento Maxon se había pasado todo el rato hablando con Kriss. Como si yo no supiera ya lo que se avecinaba.

Intenté mostrarme contenta mientras miraba a los presentes. No cabía un alfiler. Gavril, por supuesto, estaba en un rincón, hablando a la cámara, narrando los eventos a medida que tenían lugar.

Ashley sonrió y me saludó con la mano. Anna, a su lado, me guiñó un ojo. Las saludé con un gesto de la cabeza, aún demasiado nerviosa como para hablar. Hacia el final de la sala, vestidos con ropas limpias que les daban un aspecto respetable, estaban August, Georgia y algunos otros rebeldes norteños, en una mesa independiente. Por supuesto, Maxon querría que estuvieran allí para que conocieran a su nueva esposa. Poco se imaginaba que ella ya era uno de los suyos.

Escrutaban la sala en tensión, como si se temieran que en cualquier momento un guardia pudiera reconocerlos y atacar. Pero los guardias no parecían prestar atención. De hecho, era la primera vez que los veía tan poco concentrados, paseando la mirada por la sala, varios de ellos con aspecto inquieto. Y eso que se trataba de un gran acontecimiento. Quizá simplemente estuvieran tensos, con tanto que hacer, pensé.

La mirada se me fue a la reina Amberly, que hablaba con su hermana Adele y sus niños. Estaba radiante. Llevaba esperando aquel día mucho tiempo. Seguro que acabaría queriendo a Kriss como si fuera su hija. Por un momento, me dio muchísimos celos.

Me giré y repasé los rostros de las seleccionadas una vez más. Esta vez la vista se me fue a Celeste. En sus ojos se leía claramente una pregunta: «¿Qué es lo que te preocupa tanto?». Meneé la cabeza un poco, para decirle que había perdido. Ella esbozó una sonrisa y articuló las palabras «Todo irá bien». Asentí e intenté creerla. Celeste se giró y se rio de algo que dijo alguna otra; miré a mi derecha, y vi la cara del guardia apostado en la posición más próxima a nuestra mesa.

Pero Aspen estaba ocupado. Escrutaba la sala, como tantos otros hombres de uniforme, aunque daba la impresión de que intentaba pensar en algo. Era como si estuviera resolviendo un acertijo. Deseé que mirara en mi dirección, quizá para explicarme sin palabras qué era lo que le preocupaba, pero no lo hizo.

-¿Intentando quedar para más tarde? -preguntó Maxon, y yo eché la cabeza atrás.

-No, por supuesto que no.

-No es que importe demasiado. La familia de Kriss llegará esta tarde para una pequeña celebración, y la tuya para llevarte a casa. No les gusta que la perdedora se quede sola. Suele ponerse dramática.

Estaba tan frío, tan distante... No parecía que fuera Maxon.

-Puedes quedarte esa casa, si la quieres. Está pagada. Pero me gustaría que me devolvieras mis cartas.

-Las he leído -susurré- Y me encantaron. Resopló, como si aquello fuera una broma.

-No sé en qué estaría pensando.

-Por favor, no hagas esto. Por favor. Yo te quiero -dije, viniéndome abajo.

-Ni se te ocurra -me ordenó Maxon, apretando los dientes- Sonríe, y no dejes de hacerlo hasta el último segundo.

Parpadeé para limpiarme las lágrimas y esbocé una débil sonrisa.

-Mejor. No dejes de sonreír hasta que abandones la sala. ¿Entendido?

Y si algo fuera diferente?Where stories live. Discover now