DEREK

907 145 11
                                    

DEREK

Lleva apenas la mitad cuando la empiezo a oír resoplar. No he visto una especie más patosa que el ser humano. Sigo observando sus movimientos lentos cuando de repente se para. Está cogiendo aire. "¡Dios! Esto va a ser eterno" pienso suspirando con impaciencia. Al principio la animé porque creía que sería divertido, ahora veo que va a ser aburrido. Tengo que reconocer que no soy muy paciente. Sin pensarlo dos veces, trepo sin dificultad hasta ponerme a su altura.

—Venga humana, no tenemos toda la noche. —Cuando veo su gesto de pánico en los ojos, frunzo el ceño—. ¿Qué te pasa?

—Me tiritan los brazos. No puedo seguir subiendo y tampoco bajar —dice con tono angustiado. Miro hacia abajo para calcular la distancia.

—Sólo son dos metros. —Cuando me fulmina con la mirada entiendo que no está bromeando. Sacudo la cabeza con resignación antes de soltarme de la valla para caer sin dificultad en el suelo—. Venga Amy, suéltate. Yo te cojo

—No —dice negando con la cabeza. Vale, parece que me lo va a poner difícil.

—No sé si te lo he comentado pero hay un nuevo guardia de seguridad. Lleva trabajando una semana, creo que el castigo... —No me da tiempo a acabar la frase cuando Amy aterriza en mis brazos. Se apretuja contra mi pecho temblando como si fuera un cachorrillo asustado —. ¿A que no ha sido tan horrible? —le pregunto susurrado. Cuando levanta la vista y observa mi sonrisa pega un brinco huyendo de mis brazos. Sé lo que le ha asustado tanto, han sido mis colmillos. Pero aun así no he podido evitar la sensación de malestar ante su rechazo—. Vamos —digo molesto.

Después de estar media hora recorriendo los alrededores de la escuela para dar con un sitio accesible para Amy, conseguimos entrar en las instalaciones. Es curioso, porque durante estos meses nunca había visto tan asustadiza a Amy como hoy. No es que hagamos grandes cosas juntos. La voy a visitar a su casa casi todas las noches, lo hago porque sé que le fastidia, creo que se avergüenza de su habitación o algo así. Además de que me aburro. Amy es la única persona que sabe cómo es mi naturaleza, así que no tengo que fingir delante de ella y puedo hablar con naturalidad. Creo que a veces eso la pone nerviosa porque hace una semana y media me rogó que dejara de comer personas. Es posible que me haya excedido estos meses dándole detalles de mis salidas de caza. No soy muy sensible a los ruegos, suplicas y llantos, los he oído demasiadas veces para que me afecten, pero me pilló un día de buen humor y después de comer. Si ahora mismo Amy se pusiera de rodillas llorando a moco tendido para que no me comiese a nadie la mandaría al infierno. Aún así no me gusta romper mis promesas.

Echo un vistazo hacia atrás para ver si me sigue. Se ha quedado rezagada otra vez. Suspiro desesperado y hago el mismo recorrido de hace unos segundos en dirección contraria.

Me encuentro a Amy hecha un ovillo detrás de unas taquillas.

—¿Qué haces?

—¡¡Shhh!! —dice haciendo un gesto de silencio con el dedo e indicándome que me acuclille a su lado—. Hay alguien ahí.

—¿De verdad? —pregunto excitado.

En AyunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora