DEREK

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DEREK

—Eso es una tontería —le digo a Amy mirándola de nuevo—. ¿Para eso hemos estado toda la tarde en la biblioteca? No soy un Gigante Caco. ¿Acaso parezco un gigante?

—Eres bastante alto —dice mientras se separa de mí. Lo intenta hacer de forma disimulada pero es muy obvio. Sé que le pone nerviosa que esté muy cerca. No la culpo, la intenté comer una vez, y si no fuera porque me hace reír probablemente lo intentaría de nuevo. Ni siquiera descarto que pase en algún momento.

—Eso es porque tú eres un retaco —le digo mientras me vuelvo a colocar en mi sitio.

—Soy baja, pero no un retaco —dice con las mejillas ligeramente rosadas por el enfado incorporándose para colocarse delante de mí. Mis ojos vuelven a recorrer su cuerpo. ¿Por qué narices se ha puesto una falda? Aunque lleve medias se le marcan los muslos. Mi tripa vuelve a sonar.

—No hagas eso —dice enfadada.

—¿El qué?

—Mirarme como si fuese un perrito caliente.

—Tengo hambre —digo enfadado. El hambre me pone de mal humor y nunca he pasado tanto hambre como hasta ahora.

—Aguanta un poco más —dice intentando animarme—. ¿Por qué no volvemos a intentar lo de la rata?

La fulmino con la mirada.

—Me comeré la rata cuando tú te comas la cucaracha.

—¡Eso no es justo Derek! Tú eres el que tiene un problema con los humanos.

Bufo al escuchar su acusación.

—Yo no tengo ningún problema con los humanos. Eres tú la que lleva mal que coma humanos. Yo jamás he tenido un problema con eso —digo sin poder evitar escapar una leve sonrisa. Me sigue mirando con sus grandes ojos azules y la boca abierta sin saber qué decir. Amy tiene cara de duende y una melena lisa y rubia. Para cualquier chico normal, Amy sería una chica atractiva, pero yo no soy un chico normal. Realmente no sé qué soy, pero lo que tengo claro es que no soy humano. Así que me es imposible tener las mismas percepciones o sentimientos que ellos. No creo que ninguna persona vea atractivo un pollo o una lechuga. A mí me pasa lo mismo, los humanos son comida.

—Está bien —dice de forma decidida con los brazos en jarra. La miró sin entender a qué se refiere—. Me comeré esa maldita cucaracha y tú la rata. —Levanto una ceja con incredulidad.

—¿Estás segura?

—Claro, además estoy vacunada de todo. Así que no creo que me pase nada.

—Pues vamos a ello —le digo incorporándome para dirigirnos a la escuela. No pienso comer una maldita rata, es algo asqueroso, pero no quiero perderme ver a Amy comiendo una cucaracha.

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