Capitulo 19

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La puerta se cerró de un portazo tras Vienna y las dos se hallaron en un espacioso dormitorio con altas ventanas y un dóberman que las inspeccionó con aire divertido mientras hacía guardia a los pies de una cama enorme.

-No te preocupes por él -le dijo Mason, quitándose las botas y dejándolas junto un armario antiguo-. Nunca había traído a nadie aquí.

A Vienna se le encogió el estómago de expectación. No estaba segura del momento exacto en que su encaprichamiento juvenil se había convertido en amor, pero ahora sabía que, aunque no hubiera leído la carta, Sally Gibson habría venido igualmente. En algún punto de los días pasados, había dejado de luchar contra lo que sentía por Mason. Por fin ante ella ya no quería contenerse.

-Tengo que decirte algo -musitó con timidez.

-No pasa nada -la tranquilizó Mason, mientras se desabrochaba el cinturón y se bajaba la cremallera de los pantalones. Los ojos le chispearon con resolución. Se le marcaban los pezones bajo la camiseta ajustada color caqui-. Ya sé que no me has esperado.

-De hecho, en cierta forma sí lo he hecho. -Vienna se desabrochó el vestido y dejó que cayera al suelo. Se sentía mareada-. Nunca he estado enamorada de nadie más con quien me haya acostado. Eres mi primera vez.

La sonrisa voraz de Mason se suavizó por la ternura, pero sólo duró un instante.

-Y seré la última.

Se quitó los tejanos y las braquitas y se acercó a Vienna haciéndola retroceder hacia la cama. se apoderó de ella por completo, le acarició los pechos y le deslizó la lengua sensualmente en un beso profundo que le arrancó jadeos entrecortados. Le apretó los pezones con las manos, masajeándolos con la palmas en una presión exquisita. Al mismo tiempo le trazó un reguero de besos desde los labios a la garganta y, al llegar al hombro, le hundió los dientes en el músculo. A Vienna la recorrió un chispazo de anticipación desde el cuello hasta el final de la espalda. Le pesaban los brazos y las piernas por la excitación y le temblaban las manos al explorar los contornos duros y desconocidos del cuerpo de Mason. La carne bajo las yemas de sus dedos se estremecía y se le ponía la piel de gallina con cada caricia.

Mason dejó escapar un grito quedo cuando Vienna dio con sus pezones y se los estrujó con suavidad.

-Tócame -murmuró ansiosa.

Como quería ver entera a la mujer a la que daba placer, Vienna le sacó a Mason la camiseta por la cabeza y la tiró al suelo. No llevaba sujetador. Con una sonrisa, le pasó a Mason un dedo por los labios y luego la recorrió hasta el huesudo canal entre los pechos. Sentía el ansia ardiente de Mason, su fuego profundo y peligroso. Esta le metió la rodilla entre los muslos con rudeza y apretó hasta que Vienna la correspondió y se frotó contra ella con fuerza. La humedad bañó el muslo de Mason allá donde se apretaba contra el centro palpitante de Vienna y esta apenas podía ya mantenerse erguida. Notaba que se abría y el clítoris le latía con aprobación.

Las dos mujeres se miraron a los ojos. Los de Mason estaban negros de pasión, con las pupilas enormes y un fino anillo gris pizarra alrededor. Su expresión se demudó sutilmente, como si se apagara. Dejó escapar un gruñido, le metió el pulgar en las finas braguitas de seda a Vienna y se las bajó antes de tumbarla de espaldas sobre la cama. Le acarició el interior de los muslos para instarla a abrirse de piernas y revelar el remolino de vello cobrizo entre ellas. La contempló desde arriba, sentada sobre los talones.

-Oh, Dios. Eres perfecta.

Vienna cerró las rodillas instintivamente, pero cuando Mason deslizó las manos entre ellas y se las levantó para abrirla de nuevo, la sensación de arrobo le robó el aliento.

El jardín oscuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora