Jo no es nombre de chico.

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Después de una tierna despedida, mi madre llorosa, por fin me dejo avanzar por los controles de seguridad que me llevarían hasta Denver, donde me esperaba un futuro totalmente incierto por primera vez en mi vida, y eso me gustaba.

Normalmente tenía un miedo increíble a volar, y sobre todo solo, pero los nervios por el nuevo colegio pudieron más que los miedos, y no dediqué ni un minuto a pensar en los once mil metros de altura que me separaban de los campos de maíz del centro de estados unidos.

¿Y si no me aceptaban? ¿Y si las chicas ya tenían ya sus grupos y no encajaba? ¿Y si todos me odiaban?

No podía borrar aquellos interrogantes de mi mente, que vagaban libremente por mi cabeza atormentándome tanto que finalmente pedí a una azafata que me diera algún poderoso calmante, que me hiciera dormir las tres horas restantes de vuelo, que hizo efecto.

Por fin en el aeropuerto de Denver, esperé unos minutos, y recogí mi maleta. Los nervios se habían evaporado inexplicablemente con el sueño. Lo que tuviera que ser que fuera.

Finalmente atravesé las puertas de salida, y busqué algún cartelito con mi nombre o cualquier seña de la persona que debía venir a buscarme como representante del colegio. Encontré un letrero que rezaba ''Goligth'' y me acerqué. El chico que sostenía el cartel no parecía ser más mayor que yo. Su pelo negro azabache estaba coronado por una gorra de un equipo de basseball del que nunca había oído hablar.

- Soy Jo Goligth. La alumna que viene desde Nueva York. - Me presenté dejando mis pesadas maletas en el suelo para que mis hombros descansasen por un momento. Llevaba cinco horas encerradas en aquel horrible avión. Necesitaba tirarme en una cama cuanto antes.

El chico me dirigió una mirada extraña antes de posar sus ojos color avellana en la carpeta negra que sujetaba en la mano derecha.

- Tú no puedes ser Jo.-Contestó el chico con el ceño fruncido revisando atentamente el papel con mis datos.

¿De qué iba aquello? Acaba de llegar de un viaje largo en el que había abandonado a mis padres y amigos. Además me había dejado las cervicales en ese avión. ¡Necesitaba urgentemente una cama, no más problemas!

-¡Claro que lo soy! ¿Quién quieres que sea?-Contesté de forma brusca. No me gustan los jueguecitos. -Tengo mi documentación aquí.

Tendí mi carnet de identidad, donde además de mi horrible foto de carnet, sacada a traición por un fotógrafo que decidió apretar el flash justo cuando estaba estornudando, estaba mi nombre y todos mis datos.

El chico tras inspeccionar todo y cerciorarse de que no era ninguna impostora ni inmigrante ilegal se encogió de hombros y me entregó mi documentación de vuelta.

-Está bien, hora de irnos.

El coche resultó ser mucho más cómodo que el avión con asientos tapizados de cuero y espacio suficiente amplio para estirar los pies.

Aunque seguía siendo menos confortable que una cama.

- ¿Pasa algo con mi nombre o mi documentación?- Pregunté curiosa. No podía borrarme de la cabeza la cara de confusión de aquel chico, y necesitaba cerciorarme de que todo iba bien.

- Todo está en orden, solo hay un pequeño problema de administración.

- ¿Qué clase de problema?- Problemas nada más empezar, esa era yo, Jo.

- Nada que no pueda arreglarse, tranquila.- Comentó el chico tratando en vano de relajarme, pero era obvio por su cara que estaba pasando algo malo. Algo muy malo.

Una hora más tarde me di cuenta del problema.

Gracias a la manía de mi padre por querer tener otro chico en una familia formada casi en su integridad por mujeres, y su deseo frustrado por mi nacimiento, mi nombre era Jo, un nombre unisex. Es decir tanto para chicos cómo para chicas.

La oficina me había matriculado como un chico. El señorito Jo Golithg. Mi padre hubiera estado muy orgulloso.

- ¿Pueden cambiarlo, verdad?- Supliqué desesperada.

La directora me miraba desde el otro lado de la mesa de madera muy sería. Sus ojos azules fríos cómo el hielo parecían incapaces de mostrar algún otro sentimiento que no fuera la indiferencia. Su boca era un suave filo coloreado con pintalabios rosa que fruncía con frecuencia.

-En realidad, señorita Goligth no podemos. Al ser un internado exclusivo las plazas están limitadas al número de estudiantes que disponemos. Siempre el mismo de cada curso, quince chicos y quince chicas. Y esta vez tenemos catorce chicos, y quince chicas.

- ¿Entonces me va a expulsar?- Aquello no eran tan malas noticias al fin y al cabo. Había aterrizado hace menos de una hora y ya me arrepentía de mi decisión.

¿En qué momento había decidido salir de mi amada y segura zona de confort en busca de aventuras?

-Nada más lejos, por favor. Pero tendrá que compartir habitación con dos varones durante la estancia en la academia, por culpa de las circunstancias actuales.

- ¿Mi padre están de acuerdo?- Pregunté levantando la ceja e señal de burla. ¿El político ultra conservador Mister Golithg de acuerdo con que su hijita compartiera habitación con dos chicos? Vivir para creer.

-Sabe que no hay otra opción. Eso o la expulsión. -Sentenció la directora haciendo que su boca se tornara en una fugaz sonrisa.

O convivir con dos chicos el resto del curso o expulsarme. ¿Desde cuándo mi vida se había convertido en un reality de la mtv?

No podía creer la mala suerte que tenía.

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*Teen Vogue es una revista que comenzó como una versión especial de la revista Vogue para un público más joven. Da consejos de belleza y hace reportajes sobre jóvenes famosos.

Capitulo editado.Silvermelon.

Jo no es nombre de chico(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora