Prólogo

82K 2.8K 748
                                    

BENJAMÍN

Desperté a las 6:00 am con sueño. Como era de costumbre, claro. Me fui directo al baño e hice mis necesidades incluyendo una gloriosa ducha. Mientras lo hacía, hacía una lista mental de todas las cosas que tenía que hacer:

+Ducha.

+Comida.

+Colegio.

+Trabajo.

Debido a que mi papá, Jorge, estaba discapacitado y el dinero del estado no era suficiente, era el único que trabajaba en la casa. Bueno, aclarando que sólo éramos nosotros dos. Mi trabajo se trataba de cocina. Amaba cocinar desde pequeño, puesto que mi mamá me enseñó todo antes de morir.

Era estresante en ocasiones. Cada vez que recuerdo esas cosas, siempre me deprimía aún cuando ya estaba acostumbrado a ignorarlos. Es decir, ¿quién no actuaría como alguien maduro cuando se le ponían tales pesos en la espalda?

Había veces, lamentablemente. Veces en las que me sumergía en aquellos recuerdos que me hacían doler el pecho al agitarse...

—Benjamín, has hecho tu tarea, ¿correcto?

—Sí mamá, tengo 13 años. Supongo que ya no necesito de tus cuidados —me quejé.

Podía ver mis manos pequeñas en pre-pubertad. Seguía teniendo aquella visión en donde se repetía una y otra vez. ¿Quién diría que necesitaba un terapeuta, verdad?

Ella me despeinó, sonriente.

—Aún sigues siendo mi niño pequeño —me contradijo.

Pude ver cómo tomaba las llaves del auto. Todo mi cuerpo quería moverse y gritar, pero no podía. Después de todo, no había forma de viajar en el pasado más que imaginaciones y recuerdos. No podía evitar lo que ya había ocurrido.

¿Por qué no podía superarlo?

—Ya vuelvo —avisó ella.

—¿Adónde irás con esta nieve? —Escuché mi papá reír—. Acuérdate que es peligroso, Mirtha —agregó.

—Jorge, acuérdate de mañana. 

Hice oídos sordos mientras miraba la televisión. Sentí cómo ambos me miraban, para luego volver a lo suyo y seguir murmurando cada vez más bajo. Seguramente, quizá, discutiendo sobre mi regalo.

Era ya de medianoche y ella aún no llegaba. Ya habían pasado 5 horas desde su ausencia. Cuando ya tocaban las 12:05 pm, se escuchó un timbre y, mi padre, desesperado de que sea mamá, abre. Su rostro era triste. Al comienzo, claro. Parecía no querer aceptarlo, puesto que luego su ceño se frunció más y más. Tragaba saliva, exigiendo explicaciones que la autoridad no parecía poder darle.

Los gritos me alarmaron, por supuesto. Recordaba esa vívida imagen de las lágrimas de mi padre. Fue la primera vez que había llorado frente a alguien. Algo curioso viniendo de un chico tan orgulloso y obstinado.

Ni siquiera con mis amigos me había mostrado tan débil como ese día.

La garganta me dolía por el nudo en la garganta.

—Ella murió, ¿verdad? —le pregunté, impulsivamente.

Aquello salió solo. Quizá, sólo quizá, tenía fe de que la respuesta sería negativa. El mundo se me vino abajo cuando fue lo contrario:

—Está en un lugar mejor, Ben.

Su abrazo no me hizo sentir mejor. La culpa cayó en mí. Y no sólo en mi persona, sino en aquella festividad. ¿Por qué... diablos se le había ocurrido salir por un estúpido regalo? ¿A quién se le ocurrió inventar un día sólo para regalar cosas? ¿No podían hacerlo todo el año?

¿Es en serio? (Yaoi-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora