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#3



Jueves.



La noche anterior tuvo que cerrar la puerta con llave de su habitación.


Pues la ansiedad comenzaba a carcomerlo.


Quería revisar y ver su ropa interior.


Liam había desarrollado un fetiche con la ropa interior de encaje.


-Bebé? Despierta, mamá te ha preparado el desayuno- tocó.


Apretó un poco la almohada y abrió los ojos.


-Ya voy...mamá- susurro y escucho los pasos de Rosie al bajar.


Se levantó perezosamente y busco algo de ropa limpia en sus cajones.


Solo encontró un short y una camisa negra, como todas las demás.


Entro a la ducha.


Rosie había preparado huevos fritos con tocino, un pedazo de flan y zumo de piña, para cada uno.


Se sentía alegre, por fin había estado conviviendo con su hijo.


Pero en realidad Rosie estaba cegada por el arrepentimiento, quería entregarle todo el cariño que le estuvo negando por tres años.


Y todo por tratar de darse una oportunidad en el amor, ya no estaba para andar con "romances" a sus 29 años.


Realmente no le importaba que su hijo ya fuera un chico de 18, quería hacerlo sentir como un su pequeño niño.


Grave error.


Su hijo entro a la cocina y ella sonrió al instante.


-Anda cariño- palmeo la silla de su costado animadamente y lo miro sentarse.


-Huele tan bien...-el castaño se inclinó un poco y absorbió el delicioso olor del desayuno que posaba frente a el y entrelazo sus manos bajo la mesa, tratando de controlar sus manos.


Comenzó a preocuparse, el temblor se había vuelto algo más notorio y no sabía si la razón era por no ingerir droga o falta de sexo.


-Especialmente para ti- su madre tomo el tenedor del plato, cogió una pequeña porción del guiso y lo acerco a la boca de su hijo.-Vamos bebé, prueba la comida de mami- tiro una pequeña risita.


Las manos le hormiguearon y jugó un poco con ellas.


Mamá, te deseo. 《Payne》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora