𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏

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—Estoy seguro de que Firenze pensó que estaba obrando lo mejor posible. —Dijo, con voz sombría el centauro que no habia hablado, provocando que el centauro que ha estado recriminando a Firenze diera una patada, enfadado.

—¡¿Lo mejor posible?! ¿Qué tiene eso que ver con nosotros? ¡Los centauros debemos ocuparnos de lo que está vaticinado! ¡No es asunto nuestro el andar como burros buscando humanos extraviados en nuestro bosque!

De pronto, Firenze levantó las patas con furia y Alaska tuvo que aferrarse de Harry para no caer.

—¿No has visto ese unicornio? —Preguntó Firenze a Bane—. ¿No comprendes por qué lo mataron? ¿o los planetas no te han dejado saber ese secreto? Yo me lanzaré contra el que está al acecho en este bosque, con humanos sobre mi lomo si tengo que hacerlo.

Y Firenze partió rápidamente, con Harry sujetándose lo mejor que podía y Alaska sin soltarse de él, dejando atrás a los otros centauros, que se internaron entre los árboles.

—¿Por qué Bane está tan enfadado? —Le preguntó Harry al centauro—. Y a propósito, ¿qué era esa cosa de la que nos salvaste?

Firenze redujo el paso y previno a los chicos de que mantuvieran la cabeza agachada, a causa de las ramas, pero no contestó. Siguió andando entre los árboles y en silencio, durante tanto tiempo que creyeron que Firenze no volvería a hablar. Sin embargo, cuando llegaron a un lugar particularmente tupido, Firenze se detuvo.

—Harry Potter, Alaska Ryddle, ¿saben para qué se utiliza la sangre de unicornio?

—No —Negaron ambos a la vez, asombrados por la extraña pregunta.

—En la clase de Pociones solamente utilizamos los cuernos y el pelo de la cola de unicornio. —Añadió Alaska.

—Eso es porque matar un unicornio es algo monstruoso —Les informó Firenze—. Sólo alguien que no tenga nada que perder y todo para ganar puede cometer semejante crimen. La sangre de unicornio te mantiene con vida, incluso si estás al borde de la muerte, pero a un precio terrible. Si uno mata algo puro e indefenso para salvarse a sí mismo, conseguirá media vida, una vida maldita, desde el momento en que la sangre toque sus labios.

—Pero ¿quién estaría tan desesperado? —Preguntó Harry en voz alta—. Si te van a maldecir para siempre, la muerte es mejor, ¿no?

—Es así —Dijo Firenze—. A menos que lo único que necesites sea mantenerte vivo el tiempo suficiente para beber algo más, algo que te devuelva toda tu fuerza y poder, algo que haga que nunca mueras. ¿Jóvenes, saben qué está escondido en el colegio en este preciso momento?

—¡La Piedra Filosofal! —Dijo Harry de inmediato.

Alaska no tardó en unir los cabos sueltos, el cancerbero que se encontraba en el pasillo prohibido del tercer piso debía estar protegiendo aquella piedra

—¡Por supuesto... el Elixir de Vida! Pero no entiendo quién... —Dijo Harry.

—¿No puedes pensar en nadie que haya esperado muchos años para regresar al poder, que esté aferrado a la vida, esperando su oportunidad?

—Voldemort —Pronunció Alaska en voz alta—. Esa criatura que vimos, era Voldemort ¿no es así?

Pero la confirmación, aunque era innecesaria, nunca llegó. Hermione corría hacía ellos por el sendero con Hagrid resplando por detrás.

—¡Harry! ¿Estás bien? —Le preguntaba Hermione, acercándose.

—Estamos bien —Respondió Harry—. El unicornio está muerto, Hagrid, está en ese claro de atrás.

—Aquí es donde los dejo —Murmuró Firenze, mientras Hagrid corría a examinar al unicornio—. Ya están a salvo.

Alaska se deslizó por el lomo del centauro y quedó en pie.

—Buena suerte, Harry Potter y Alaska Ryddle —Les dijo Firenze—. Los planetas ya se han leído antes equivocadamente, hasta por centauros. Espero que ésta sea una de esas veces.

Y sin explicar sus palabras se volvió y se internó en lo más profundo del bosque, dejándolos solos. Hagrid terminó de revisar al difunto unicornio y por fin, luego de muchos percances, pudieron volver al Castillo.

Alaska caminó junto a Draco, quién parecía estar avergonzado y caminaba con la cabeza gacha. El camino fue silencioso y la chica estaba admirando los hermosos colores del cielo, que comenzaban a teñirse de naranja pues el sol estaba comenzando a salir.

Filch ya estaba esperándolos cuando llegaron al borde del bosque y no dejó de maldecir y hablar de lo decepcionado que estaba al ver que todos y cada uno de ellos habían vuelto con sus cuerpos completos.

Cuando entraron al Castillo Alaska y Draco tomaron un camino diferente a los demás, bajaron las escaleras que llevaban a las mazmorras en completo silencio.

—Draco...

—No digas nada. —Le cortó el chico.

—Eres un miedoso —Le dijo Alaska de todas formas—. ¡Huiste! ¡Dos veces! —Le recalcó la chica.

Draco tenía las mejillas sonrosadas por la vergüenza que sentía.

—¿Puedes prometer no decir nada de lo que pasó hoy? —Le pidió el chico sin mirarla directamente—. No quiero que los demás se enteren.

—No pensaba comentarlo de todas formas, somos amigos —Le comentó Alaska con una sonrisa—. Y ahora me debes un favor. —Añadió guiñandole un ojo.

Alaska se acercó a Draco y sin pedir permiso entrelazo sus brazos, demostrándole de esa manera que sus palabras eran ciertas al igual que su amistad. El rubio colocó una extraña expresión ante la acción pero después soltó una sonrisa, casi imperceptible.

—Gracias Al. —Le agradeció Draco de manera sincera.

La sonrisa de Alaska se hizo más grande y sintió una calidez al escuchar el apodo, nunca había tenido uno y que Draco fuera el primero en dárselo se sentía especial. Se sentía bien tener amigos al fin.

princesa de slytherin ¹ ━━ harry potter sagaWhere stories live. Discover now