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Estaba decaída, y lo digo no solo porque yo me lo notara sino porque todo el mundo insistía en que me ocurría algo. Me daba pavor acercarme a la clase, hablar de la asignatura también, incluso cuando Lara hacía algún comentario sobre Arboleya y lo guapo que era, me producía escalofríos y náusesas. Me sentía sucia, el sabor de sus labios no se iba de mi boca por mucho que me enjuagara. Casi todo me recordaba a él y no sentía cosas agradables al tenerle dentro de mi mente. ¿Cómo le cuentas a la gente que te quiere, que un profesor te acosa?

Suena tan mal en mi mente... No me imagino como sonaría en mis labios...

Y Rubius... No sabía mucho sobre él. Llevaba casi una semana sin subir vídeo ni twittear nada. También desde el día anterior sin hablarme. No sabía con exactutiud porqué, pero pensaba que había hecho algo mal con él y se había enfadado.

—Aiben... Bú... ¡Ainara!—No reaccionaba, así que Tamara me pegó un bofetada para despertarme.

Me sobresalté al ver que no estaba sentada en el asiento de copiloto, su sitio habitual. No, no estaba en su sitio, se encontraba a mi lado en la parte trasera del coche mientras Lara conducía hacia la universidad.

—¿Qué te pasa San Andrés?—preguntó Tamara revolviendo mi pelo.

Qué manía les ha entrado a todos ahora...

—Ya hemos hablado sobre que no quiero que hagas chistes con el color de mi pelo...

—Aiben...—suspiró—. No me cambies el tema. Ayer por la tarde llegaste rara a casa.

—¿Cómo que rara?

—Ainara—intervino Lara poniendo voz aguda—. Llegaste a casa y te pusiste a ver Telecinco.

—¡¿YO HICE ESO?!—grité asustada, ¿ahora no era consciente de mis acciones o qué?

—Sí, y no comentaste nada sobre Rubius en toda la tarde. Te fuiste a la cama a las siete y no cenaste. En un principo pensábamos que habían secuestrado a nuestra Ainara.

Me quedé callada un rato asimilando toda la información. Al menos no me vieron llorar en mi cuarto.

—No me pasa nada. Estoy cansada y últimamente me ha dado por pensar mucho... Solo quiero que llegue Navidad...

—Vale... Vale, voy a hacer que me lo creo—finiquitó la conductora y no volvió a hablar más conmigo en todo el trayecto.

En clase de Teoría e Historia del Periodismo I, con la profesora-spiderman, todo pasó demasiado deprisa para mi gusto. Lo más probable es que fuera porque después de esa clase tenía Periodismo Digital. Me estaba pensando muy seriamente el faltar o no. Hacer pellas no es lo mío, pero es que estaba aterrorizada realmente.
Rig y Nisio se levantaron torpemente de sus pupitres en cuanto sonó el timbre. Me tomaron de los brazos y levantaron de mi sitio, sin dejarme hablar ni objetar acerca de lo que estaba sucediendo.

—Chicos... Dejadme recoger mis libros—murmuré cuando estábamos ya en la puerta.

Me soltaron e indicaron que fuera lo más rápido que pudiera. Les hice caso omiso. Bueno, sí les hice caso, pero moverme deprisa no es lo mío.
Con mis carpetas y libros entre los brazos y la mochila colgada en un hombro (hábito que debería de dejar ya que es horrible para la espalda) me acerqué a mis compañeros a paso lento.

—¿No sabes andar más rápido?—refunfuñó Dionisio.

Nisio se revela.

—No—susurré y, nada más terminar de hablar, estornudé estrepitosamente—. ¿Qué queréis? ¿Qué os pasa?

Ainara (R.d.g) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora