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Cerré los ojos. Era el día y sabía de sobra que las horas pasarían lentísimas hasta el momento, y que el momento pasaría rápidísimo.
Estaba encerrada en un círculo de felicidad absoluta del cual nadie me podría sacar. Era tan enfermizo para mí pensar que iba a concerle... de una vez. Era mi héroe, una de las únicas personas que sabía sacarme verdaderas sonrisas cuando todo el mundo exterior pasaba de mí.

Emocionada se quedaba corto a como me sentía. Quería gritar por las calles y bailar, enseñar a todo el mundo mi felicidad. Sabía que en algún remoto segundo explotaría y conmigo todo a mi paso. Es que ni había estado con él y solo el saber que en poco sucedería todo me parecía más bonito. <3

Lara y Tamara seguían con sus peleas pero me daba igual, en ese instante solo quería sacar la alegría que llevaba dentro de alguna manera.

Pegué un grito muy agudo y salí a la terraza del hotel, que daba a la calle.

—¡HOY ES EL DÍA!

Entré de nuevo a la habitación con una risa nerviosa y me hice bolita en la cama.

—¿Es por el Colacao?—preguntó Tamara—. ¿Le habían echado algo?

—Es por el Rabos—contestó Lara.

Rápidamente me levanté de la cama y corrí hasta situarme delante de la tetona. Pinché uno de sus pechos y grité:

—¡RUBÉN TEIGEN DOBLAS GUNDERSEN! ¡SÍ, ES POR MI ESPOSO!

Tras esa escena me alejé dando saltitos a lo Heidi.

Qué bonita la vida, por favor. Qué bien huelen las flores, qué guapo que es Goku y qué amistosos son los del Team Rocket.

En serio, la droja plox.

—Aiben, cálmate. Faltan aún cinco horas—intentó fallidamente Lara calmarme sentándose al lado mío en la cama.

—¡Te equivocas! Faltan cuatro horas, cincuenta y dos minutos y diecinueve segundos.

Tamara rió y le lancé un zapato que esquivó. Seguidamente le lancé otro y le dio en la cara.

Tengo el poder. 7u79

—Igualmente, cálmate. Me dan ganas de asesinarte, eres demasiado feliz.

—Eso es porque nadie te...—murmuró Tamara.

—¡Atrévete a decirlo!—se levantó cabreada—. ¡Te lanzo el tacón al ojo!

Mi otra amiga solo se escondió detrás de mí.

—Chicas, parad. Me ponéis nerviosa.

—¡Habló!—gritaron al unísono.

(...)

Estaba en la fila del Meet and Greet. Mi cuerpo era gelatina y me iba a quedar sin uñas a ese paso.
Es que todo era tan... ficticio. Típico de una historia en Wattpad. Todo era perfecto.

Cada vez que avanzábamos más en la cola, el corazón me latía un poquito más fuerte.

Una media hora después era mi turno. Ya oía su voz, gastando bromas o consolando a los fans que lloraban.
Di el número que me había tocado al guarda que estaba en la entradada e hizo un gesto de la cabeza para que pasara.

Suspiré profundo. Era la hora.
Cerré los ojos y oí su risa. No quería abrir los ojos me daba miedo.
Sentí unos pasos y a una persona situarse frente a mí. Tapé mi cara. Iba a llorar, no podía ser posible.

Unos finos y largos dedos tomaron mis pequeñas muñecas, su tacto me hizo sentir una electricidad extraña.
Sentía dragones, elefantes, girafas, titanes, shinigamis...Como queráis llamarlo. De todo sentía en mi estómago.

Rió de nuevo.

Una lágrima cayó lentamente por mi mejilla y él la secó.

—No te tapes... Esto no habrá valido la pena si no me miras—rió por tercera (pero no última) vez.

Aparté mis manos. Estaba temblando. Alcé la mirada y mis ojos chocaron con su brillante y confortante mirada verde oscura.

Era precioso.

Estaba sonriendo, con su hoyuelo particular. Quise tocarlo pero me daba miedo que me tratara de loca.

—¿Pu-puedo a-abrazarte?

No respondió, sino que se tiró a cubrirme con sus largos brazos.
Me escondí en su pecho e intenté no llorar, pero me era imposible. Olía genial.
Acarició mi pelo con una lentitud especial. Era todo tan irreal.

—No me sueltes...—murmuré cuando pensé que se iba a dejar. Me abrazó aún más fuerte.

Estaba estática, mis pelos estaban de punta y sollozaba de la inmensa alegría que sentía dentro de mí.

—¿Ya?—asentí y me soltó.

Volví a mirar sus ojos y me tapé la boca. Seguía temblando.

—¿Te firmo eso?—señaló con un rotulador negro permanente el Virtual Hero que llevaba bajo el brazo.

Nerviosa, asentí y le di con algo de brusquedad el comic.

—Tranquila mujer—reí mientras él firmaba en la primera página—. ¿Cómo te llamas?

El mundo se detuvo una milésima de segundo. Mi nombre... Claro que le diría mi nombre pero lo iba a olvidar seguro. Eso dolía, era un golpe bajo, pero era normal sabiendo que en ese día podría haber oído casi cien nombres...
Le diría mi nombre pero con lágrimas en los ojos, la vista nublada y el corazón a punto de salirse del pecho. Todo era doloroso entonces.

—No creo que lo vayas a recordar pero...—musité.

—¿Qué? ¿Qué no lo voy a recordar?—frunció su entrecejo fingiendo enfado—. Dime tu nombre—exigió.

—Ainara—sonreí. No me esperaba en absoluto esa reacción.

—Bueno... Ainara—terminó de firmar.

Qué malditamente bien sonaba mi nombre en sus labios. Lo decía con una dulzura propia que nadie nunca iba a poder copiar.

—Aquí tienes—me entregó el libro pero antes tomó mi mano. Su tacto volvió a darme un calambre—¿Qué me das si recuerdo tu nombre?

¿Que qué le daba?

Si él por algún casual recordara mi nombre no necesitaría nada más en la vida.

—Un... helado—sonreí nerviosa.

Me dolía un poco el cuello de estar tanto tiempo mirándole. Me sacaba dos cabezas.

—¿De chocolate?—extendió su mano y la tomé.

—De chocolate—reí cerrando el trato.

—De chocolate podría ser nuestro para siempre...—sonrió tierno y me lancé de nuevo a sus brazos.

Si su olor fuera una droga, me consideraba totalmente una adicta a él.

—Nos vemos AINARA—dijo enfatizando mi nombre cuando ya me iba.

—Adiós señor noruego pasivo—me despedí divertida y me sacó la lengua.

Noté que se me habían subido los colores.

—Ainara, Ainara, Ainara, Ainara—oí que repetía cuando ya no estaba con él.

Ahora sentía un agujero en el centro de mi cuerpo, entre el corazón y mi estómago. Pero había sido tan de ensueño ese encuentro... Solo deseaba que se repitiera algún día.

Por cierto, Rubén sí que cumplió su promesa de no olvidar mi nombre pues gritó "¡AINARA!" unas veinte veces cuando salió al escenario.
Las fans lo estarían flipando, aunque no más que yo...

Le debo un helado de chocolate...
Entonces nos debemos un para siempre...

Ainara (R.d.g) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora