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Temblando posicioné mis manos en su nuca para poder jugar con su pelo mientras él acariciaba mi espalda. Al principio hasta me había asustado, pero ni loca podría rechazarle.
El beso ya no era brusco, ninguno tenía ya sed de él. En ese momento solo queríamos seguir mezclando nuestros alientos sin que nadie molestara, y es que era tan bonito...

Me separé por falta de aire. Miré sus labios; ahora rojos, hinchados y entreabiertos. Creo que se dio cuenta de lo mucho que me gustaban sus labios pues sonrío y los mordió lentamente.
Imité su gesto sin despegar mis ojos de su boca. Me tomó de improviso por la cintura, juntando nuestros cuerpos.

—Lo siento—susurró.

—No tienes que pedir perdón por eso...—musité con nervios.

—No pedía perdón por eso—contestó con un tono de voz seductor.

—¿Entonces?

No me dejó terminar, sus labios estaban de nuevo sobre los míos. Volví a seguirle el beso con gusto, era como una maldita droga. Introdujo sus manos debajo de mi camiseta y comenzó a darme pequeñas caricias en la zona del vientre.
Además de en el beso, pensaba en todas las veces que había imaginado o escrito estar de esta manera con él, y estaba ocurriendo. Tenía ganas de reírme de todos aquellos que se burlaron de mí por enamorarme de alguien que supuestamente no conocería ni tendría nunca a mi alcance.

La situación estaba subiendo de tono. Estábamos recostados en su sofá aún besándonos y acariciándonos. Se me iba de las manos.

—Rubius... Para—murmuré y él al instante se detuvo.

Nos miramos mutuamente durante un tiempo. Él se encontraba encima de mí, con sus brazos a ambos lados de mi cabeza y sus piernas enredadas con las mías. No había ocurrido nada más allá de besos y caricias por su parte.

Bufó y se levantó para sentarse y esconder su rostro entre sus manos.

LAS. VENAS. DE. SUS. MANOS. ESTABAN. AKDJ. MADRE. MÍA. GUILI.

—Lo siento, ahora de verdad—dijo arrepentido.

—No pasa... Nada.

Quise abrazarle por los hombros para consolarle o algo, pero estaba segura al cien por cien que si volvía a tener contacto físico con él en los siguientes minutos, lloraría como nunca he llorado por un ataque fangirl.

—¿Me he pasado?—preguntó mirando a la nada, apoyando la barbilla sobre su mano.

NO. D:<
DEBERÍAS DE HABER SEGUIDO PERO ES QUE NO SÉ POR QUÉ DIJE ESO.
SOOOORRYYYY UHUUUHUUUHUU.

—¿Quieres que vayamos a por el helado?—evadí la pregunta.

Me miró sonriendo.

—Claro, voy a ponerme unos pantalones.—Se levantó dejándome sola en su salón.

Puse mi mano en la parte izquierda de mi pecho y sí, el corazón estaba que se salía de mi cuerpo.

Rubius no tardó nada en cambiarse. Antes de salir dejó comida para los gatos (no me extraña que Wilson esté tan gordo y dio una ojeada a la habitación dónde grababa. Le acompañé y casi me muero al ver el fondo que solía ver en sus vídeos.

Bajamos y anduvimos por su barrio, en silencio y sin mirarnos. El ambiente estaría tenso hasta que alguno de los dos diera el paso hacia una conversación. Me tocó a mí porque Rubius es demasiado bobo.

—Se ha quedado buen día—dije mirando al cielo y Rubius rió.

—Va a caer una buena.

Tenía razón, el cielo estaba lleno de nubes grises.

Ainara (R.d.g) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora