Inseguridad.

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Por primera vez mis piernas temblaban, por el simple hecho de que sabía que ahora él era capaz de hacerme daño. Trate de mostrarme dura, como si su tacto brusco, fuera un chiste para mí.

– Tú y tu gente arruinaron todo, tú llegada y la de Carl me separaron de Enid –el tono de frialdad empleado por Ron me dijo que esto iba en serio.

Con una de mis piernas intenté golpearlo pero él supo muy bien esquivarlo, y dejarme más inmovilizada de lo que ya estaba.

– No me subestimes, vamos ¿Es lo mejor que tienes?, mi padre me preparó bastante ¿Lo recuerdas? Rick lo mató, y toda tu gente se fue en contra de él cuando se enteraron que nos golpeaba –volvió a susurrar, por el brillo de sus ojos se percibía su maldad–. Él solo quería enseñarnos a obedecer, quizás yo debería enseñarte a no traicionar. Sí, aún recuerdo a tus hombres que nos amarraron y al tipo que golpeó a Enid, ¿Pensabas que iba a olvidarlo?

¿Él iba a golpearme?, mis ojos recorrieron el lugar buscando algo con que defenderme. Pero la oscuridad no ayudaba en nada, y la desolación estaba a favor de Ron.

– Iba a utilizarlo en tu contra y luego matarte, pero las cosas no están yendo como yo quería, así que vamos a acabar con esto rápido –dijo y su mano que tapaba mi boca fue a parar a mi estómago, en forma de puño.

Apreté mi mandíbula por el dolor al recibir otro golpe, luego otro y así hasta que caí de rodillas, el chico me sostuvo de un brazo y volvió a alzarme. Con el poco aliento que me quedaba me reí de él, ignoré el dolor en mi estómago al hacerlo.

– ¿Qué te causa tanta risa? –me pregunto con molestia. Ron sujetó mi cuchilla y la dirigió hacia mi cuello.

Dejé de reír y paulatinamente mi rostro volvió a estar serio.

– Mátame, hazlo. Solo te advierto... van a enterarse y para entonces, será tu perdición –murmuré cerca de su rostro–. Créeme no van a matarte, van a torturarte el resto de tu vida –le confesé, y aunque él no me creyera era la simple verdad.

– ¿Tus amigos? Quisiera verlos –trató de burlarse.

– No me refería a ellos –le susurré.

Mis palabras lo molestaron, por lo que presionó el arma contra mi cuello. Al sentir el filo del arma cerré mis ojos, increíble, que patética iba a ser mi muerte. Inesperadamente un golpe resonó en mis oídos y Ron se alejó a la vez que algo pesado caía al pastizal.

Por lo que abrí mis ojos bastante desconcertada. Ante mí se hallaba Mikey, entre sus manos sostenía algo, pero por la oscuridad del lugar no pude saber que era. Ron estaba tirado en el suelo y por lo visto no iba a levantarse.

– Corre –susurró con inquietud Mikey. Llevé mi mirada hacia él, quien no dejaba de observar a su amigo inconsciente en el suelo.

– Gracias –le agradecí y sin pensarlo dos veces, corrí devuelta al interior de la casa.

Probablemente debí aprovechar que estaba inconsciente y acabar con él de una vez. Pero no, él iba a recibir su merecido estando consciente. Iba a sufrir, él y cualquiera que tratara de defenderlo.

{...}

Afirmada en el puesto de vigilancia, con el sol sobre mi cabeza y dándole la espalda a Alexandria, perdí mi mirada en el incontable número de mordedores que rodeaban toda la comunidad. Sus cabezas permanecían alzadas para lograr verme con sus bocas deseosas por mi carne, aquellos seres gruñían a la vez que con sus torpes brazos golpeaban el muro.

¿Qué debía hacer? Dejar que nuestros hombres llegaran e implantaran nuestras reglas en Alexandria o irme para convencerlos de alguna manera, que sería una pérdida de tiempo invadirla.

I'm just another monster too. ~Carl Grimes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora