Capítulo 18

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Convencerlos de liberar a un Strigoi - en particular cuando lo teníamos atrapado - no fue fácil. Mi interrogatorio tampoco tenía sentido para ellos, pero estuvieron de acuerdo. ¿Dejar ir a un Strigoi? Era una verdadera locura, — incluso para una no prometida. Intercambiaban miradas de incomodidad entre ellos, y me pregunté si desobedecerían. Al final, mi dureza y autoridad ganaron. Me aceptaban como su líder y confiaban en mis acciones, — sin importar lo alocadas que pareciesen. Por supuesto, una vez que liberamos al Strigoi, teníamos el nuevo problema de asegurarnos de que realmente se iba. Al principio, comenzó a atacarnos de nuevo y, después, cuando comprendimos que probablemente estuviese abrumado, finalmente fue a esconderse. Nos echó una última mirada amenazadora mientras desaparecía en la oscuridad. No creo que ser derribado por un grupo de adolescentes hubiese hecho mucho por su autoestima. Me dio, en particular, una mirada de odio, y me estremecí ante la idea de que supiera mi nombre. Ahora no había nada que hacer al respecto; sólo podía esperar a que mi plan tuviese una oportunidad de funcionamiento. Denis y los demás acabaron olvidando que dejé ir al Strigoi una vez hicimos alguna que otra matanza esa semana. Caímos en una rutina, investigando clubs y las partes peligrosas de la ciudad, confiando en mis sentidos, que nos indicaban cuando se acercaba el peligro. Fue raro ver cuanto comenzaba el grupo a confiar en mi liderazgo. Alegaron que no querían saber nada de las normas de los guardianes y de la autoridad, pero me respondían sorprendentemente bien cuando les decía que hacer. Bueno, más o menos. De vez en cuando, veía una poca de esa desquiciada temeridad. Uno de ellos intentaba jugar al héroe, subestimaba al Strigoi, o entraba sin el resto de nosotros. Así Artur casi acabó con una conmoción cerebral. Como el mayor de todos nosotros, era un poco arrogante y por lo tanto fue sorprendido con la guardia baja, cuando un Strigoi lo lanzó contra una pared. Había sido un momento de reflexión para todos nosotros. Durante unos momentos atormentadores, había temido que Artur estuviera muerto — y eso era mi culpa como su líder. Uno de los Alquimistas de Sydney había llegado, — aunque me había asegurado de no estar cerca, no sea que Abe me encuentre — y había tratado a Artur. El tipo dijo que Artur estaría bien con un poco de reposo en cama, lo que significa que tenía que dejar de cazar por un tiempo. Fue difícil para él hacerlo — y tuve que gritarle cuando trató de seguirnos una noche, recordándole todos los amigos que habían muerto antes debido a tal estupidez. En el mundo humano, los dhampirs tienden a seguir el horario humano. Ahora me había adaptado a un horario nocturno, como el que había seguido en la Academia. Los demás siguieron el ejemplo, excepto Tamara, ya que tenía un trabajo de día. No quería estar dormida durante las horas en las cuales los Strigoi merodeaban por las calles. Llamaba a Sydney cada vez que dejábamos una matanza, y la noticia de que alguien estaba haciendo un montón de daños tenía que moverse en la comunidad Strigoi. Y si el Strigoi que liberamos les entregó mi mensaje, algunos de los Strigoi, podrían venir expresamente a buscarme. Con el paso de los días, nuestras matanzas disminuyeron un poco, haciéndome pensar que ahora los Strigoi se habían vuelto cautelosos. No sabía si era algo bueno o malo, pero insté a los demás a tener mayor cuidado. Estaban empezando a reverenciarme como una diosa, pero no tomé ninguna satisfacción en su adoración. Mi corazón todavía estaba dolido por todo lo que había sucedido con Lissa y Dimitri. Me concentré en mi cometido, intentando pensar solamente en mi trabajo contra la comunidad Strigoi para acercarme a Dimitri. Pero cuando no estábamos cazando Strigoi, tenía mucho de tiempo de inactividad sin nada que hacer. Y entonces seguí visitando a Lissa. Sabía que había muchos chicos — como Mia — que vivían en la Corte Real por que sus padres trabajaban allí. Sin embargo, no me había dado cuenta de cuantos había. Avery, naturalmente, los conocía a todos, y para sorpresa de nadie (al menos no la mía), la mayoría de ellos eran chicos mimados y ricos. El resto de la visita de Lissa había sido una serie de actos y fiestas formales. Cuanto más escuchaba hablar a los Moroi de la realeza de negocios, más se irritaba. Vio los mismos abusos de poder que ya había notado antes, la misma forma injusta de distribuir a los guardianes como si fueran de su propiedad. La controvertida cuestión de si los Moroi deberían aprender a luchar junto a los guardianes todavía seguía siendo un tema candente. La mayoría de la gente con la que Lissa se encontró en la Corte era de la vieja escuela: Dejar a los guardias luchar y mantener a los Moroi protegidos. Después de ver los resultados de esa política — y los éxitos que habían pasado cuando gente como Christian y yo intentamos cambiarlo — presenciar tal egoísmo entre la élite Moroi enfurecía a Lissa. Cada vez que podía le daba la bienvenida a las escapadas de estos eventos, deseosa de desmadrarse con Avery. Avery era siempre capaz de encontrar a gente con la que pasar el rato y asistir a fiestas de una naturaleza muy diferente a las de Tatiana. La agobiante Corte nunca se acercaba a estas fiestas, pero todavía había un montón de otras cosas que hacían decaer el estado de ánimo de Lissa. En particular, Lissa sentía que su culpa, ira, y su abatimiento por mí giraban en espiral más y más profundamente. Aunque no había estado utilizando activamente el espíritu durante este viaje, había visto lo suficiente de los efectos del espíritu en su estado de ánimo que reconocía los signos de alerta potencial. Independientemente da la causa de los cambios de humor, ella seguía haciendo todo lo posible para distraerse y ahogar su depresión. ―Mira‖, advirtió Avery una noche. Ella y Lissa estaban en una fiesta la noche antes de que tener que volar de regreso a la Academia. Muchos de los que vivían en la Corte tenían una vivienda permanente, y esta fiesta tenía lugar en la casa adosada de algún Szelsky que servia como ayudante en un comité que Lissa desconocía. En realidad, Lissa tampoco conocía a su anfitrión, pero eso no importaba, salvo que sus padres estaban fuera de la ciudad. ―¿Mirar qué?‖, Preguntó Lissa, mirando alrededor a los lugares de interés. La casa adosada tenía un patio de atrás, iluminado por antorchas y cordones de luces titilantes. Había bebidas y alimentos, y un chico Moroi tenía una guitarra e intentaba impresionar a las chicas con sus habilidades musicales, — que eran nulas. De hecho, su música era tan horrible que podría haber descubierto una nueva forma de matar Strigois. Era bastante lindo, sin embargo, por lo que a sus admiradoras no parecía importarles lo que tocaba. ―Esto‖, dijo Avery, señalando el Martini de Lissa. ―¿Llevas la cuenta de cuántos te has bajado?‖ "No por lo que yo puedo decir", dijo Adrian. Estaba tumbado en un sillón cercano, una bebida en una mano. Lissa se sentía como una aficionada en comparación con ellos. Mientras que Avery seguía siendo salvaje y coqueta, no tenía el aire enloquecido o estúpido de alguien completamente destrozado. Lissa no sabía cuánto había estado bebiendo ella, pero por lo visto era mucho ya que Avery siempre tenía una bebida en la mano. Del mismo modo, Adrian nunca se veía sin una bebida, los efectos de la cual se dejaban entrever un poco. Lissa supuso que ellos tenían mucha más experiencia que ella. Se había vuelto blanda con los años. ―Estoy bien‖, mintió Lissa, observando como su entorno giraba un poco y considerando seriamente unirse a unas chicas que bailaban sobre una mesa en el patio.

Blood PromiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora