LXV.

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Después de darte esos cuarenta latigazos y marcarte otra vez, empecé a desinfectar tus heridas

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Después de darte esos cuarenta latigazos y marcarte otra vez, empecé a desinfectar tus heridas.

Fui cuidadoso. 

Las voces me decían que te dejara morir de una buena jodida vez, pero yo no quería.

Iba a mantenerte viva el tiempo que fuera necesario.

O hasta que me quedara poco tiempo. 

Quería que lucharas contra mí, quería ver alguna reacción de tu parte.

Como lo hiciste en un principio.

Ni siquiera hablaste o me miraste con odio cuando curé tus heridas, sólo te quejabas silenciosamente por el dolor.

Observé detenidamente todo el daño que te había provocado.

Ya no eras la misma de antes.  

Esa niña dulce e inocente de la cual me enamoré, desapareció.

Había dejado de existir.

Oh, Daisy...

Yo la había hecho desaparecer... O tal vez tú la estuviste ocultando todo este tiempo. 

Oh, DaisyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora