2. Pacto con el rompecorazones.

Start bij het begin
                                    

—¿Qué? —Pregunto con desdén, abriendo la puerta de golpe.

Entonces, me encuentro dando un paso hacia atrás mientras parpadeo repetidas veces debido a la sorpresa.

Me toma más de un segundo procesar a la pequeña rubia rabiosa frente a mí. Unos intensos ojos azules perforan los míos, con llamas ardiendo en ellos y el cabello rubio de apariencia suave, cae descuidadamente sobre su rostro. Ava Collins está en mi entrada, en un pequeño vestido de escote profundo color esmeralda, el cual se aferra a sus caderas tan condenadamente bien que tengo que aclararme la garganta ¿qué demonios quiere? Porque estoy seguro que hace tan sólo un par de horas me proclamó su amor eterno pensando que era mi hermano.

—El refugio de indigentes está en la otra esquina, niña —Es lo primero que suelto, recostándome contra la puerta entreabierta, sin importar mi falta de camisa o los vaqueros colgando descuidadamente de mis caderas.

Ella me mira con incredulidad, su mandíbula está tensa y tengo que morderme los labios para evitar reír.

—¡Tú! —Me señala, avanzando a pasos temblorosos. Esto es nuevo —. Jodido imbécil —Murmura, casi tropezando con sus propios pies.

—Has tocado la puerta equivocada, cariño. Cade no vive aquí —Hago amago de cerrar en su cara, pero rápidamente interpone una mano y las pequeñas uñas blancas casi me arañan el rostro. Como si fuera la maldita reina de Inglaterra, entra al lugar, golpeando mi hombro de forma intencional. Su aroma suave me golpea con fuerza, transportándome a algún lugar en mi infancia. Ella huele a algodón de azúcar ¿eso tiene sentido? ¿las chicas pueden oler como dulces? de nuevo, contengo el aliento por mi estúpido pensamiento.

El alcohol está jodiéndome.

—Sal de mi casa o vas a arrepentirte —Advierto, cruzándome de brazos al verla tirarse sobre el sofá como un saco de papas, ¿qué tiene en esa cabeza? ¿por qué la dejé entrar? Es decir, la conozco desde los doce, después de todo Aspen es uno de mis mejores amigos, pero jamás interactuamos demasiado hasta los quince cuando proclamó odiarme en voz alta y de algún modo, me encontré haciéndola rabiar. Ni siquiera recuerdo un motivo real por el que no me agrada aparte de que es amiga de alguien como Cade.

Mis ojos traidores no dudan en viajar más allá, al lugar exacto donde el dobladillo de su vestido asciende, exponiendo la piel suave de sus muslos. Mierda, esto está mal, estoy ebrio y está jugando con mi puta cabeza.

Sacudo los malos pensamientos, respirando con brusquedad.

—Sal de mi casa o vas a arrepentirte — Arremeda, haciendo una lamentable imitación de mi voz. Ruedo los ojos, queriendo que se largue por donde vino.

Como si hubiera leído mi mente, se pone de pie, pero en vez de dirigirse a la salida, camina coquetamente hacía mí o es lo que creo intenta hacer, aunque desde mi punto de vista solo luce ridícula. En medio de mi desconcierto, me empuja con todas sus fuerzas a la pared más cercana, provocando que mi cabeza rebote contra el concreto. Suelto un par de maldiciones en cuanto la punzada de dolor me hace apretar los dientes. ¡Demonios! que maldita salvaje.

La observo como si hubiera enloquecido. Maldición, esta chica es molesta y de todas formas, ¿cómo terminamos en esta situación? ¿qué sigue? ¿besar a un vagabundo? ¿decirle a Cade que su cabello no es ridículo?

— No puedes comentarle a Cade lo que te dije o voy a asegurarme de que no vuelvas a caminar —Amenaza, con voz extremadamente exigente.

—¿Es tu forma sutil de decir que tendrás sexo salvaje conmigo hasta que no pueda moverme? — Su boca se abre y al instante suelta un pequeño chillido que me hace reír. Parece más escandalizada que mi madre después de que le dije que me mudaría.

Lo que pasó esa nocheWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu